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Superó la anorexia y la bulimia: ahora es nutricionista y ayuda a otros

Agustina Murcho comparte cómo logró superar su propio pasado con anorexia y bulimia. Ahora es nutricionista y habla de la importancia del diagnóstico temprano y un buen tratamiento.


Agustina Murcho es nutricionista especializada en TCA: diariamente acompaña a sus pacientes tanto en consultorio como en su comunidad online

Agustina Murcho es nutricionista especializada en TCA: diariamente acompaña a sus pacientes tanto en consultorio como en su comunidad online - Créditos: Gentileza Agustina Murcho



Cada 2 de junio se celebra el Día Mundial de Acción por los TCA con el objetivo de visibilizar y sensibilizar sobre los trastornos alimentarios y así aumentar el acceso a información científica y veraz, desarmar mitos, y exigir cambios sustanciales en todas las esferas de la sociedad.

Argentina es el segundo país con más casos de trastornos de conducta alimentaria y eso nos alarma. Según los últimos estudios, el 70% de las mujeres no se muestra conforme con su cuerpo y un 60% admite querer adelgazar.

Para visibilizar y aprender más acerca de lo que implica vivir con trastornos de la conducta alimentaria, conversamos con Agustina Murcho, nutricionista experta en TCA  y autora de Vulnerable: la comida fue mi refugio y mi cárcel, su último libro. Además de estar formada en TCA, Agus también nos habla desde su propia experiencia, luego de haber superado varios años de vivir con bulimia y anorexia.

Su propia experiencia con TCA

“Empecé a desayunar poco, a no comer nada en el colegio y a hacer un escándalo en la casa de mis padres a la hora de la comida. Nos peleábamos todo el tiempo. En el colegio, me decían que no me veían bien y yo lo sentía como una victoria: mi flacura les preocupaba. Mis acciones tenían el resultado esperado. Quería que todos me prestaran atención y lo estaba logrando, pero sin darme cuenta de que me estaba destrozando”. Así recuerda Agus cuando hace memoria sobre esas primeras impresiones respecto de su cuerpo y la necesidad de estar cada vez más flaca.

Entre los 14 y 15 años comenzó a comer diferente a los demás: se salteaba ingestas necesarias y, al notar que eso la hacía bajar de peso, se ponía contenta. “Hasta me ponía feliz de que se preocupen por mí: me prestaban atención”. Ahora, como adulta, al recordar, puede asociar esa “atención” anhelada como la reacción a lo que percibía como poco cariño recibido y al sentimiento de ser “dejada de lado”.

 

-¿En qué momento de la Primaria te sentiste discriminada por tus compañeros? ¿Creés que todo eso influía en tu autoestima?

-No tengo los recuerdos muy claros, pero en primer grado me empezaron a discriminar. Sentía una tristeza muy grande y me acuerdo de querer llorar y tener un nudo en la garganta muy feo.

En cuanto a la autoestima, creo que fue de a poco el modo en que me influenció. En esa edad no tenía en claro qué era la autoestima, pero mientras iba creciendo nunca estuve muy conforme conmigo misma, sobre todo, en lo que es intelectualmente o como era como persona. En la típica "nadie me va a querer", "no soy inteligente", "me dicen cosas lindas de compromiso", entre otras. 

 

De la anorexia a la bulimia

- En tu último libro, entre los recuerdos de aquella época hablás del momento en que cambiaste tu forma de comer de manera drástica: ¿por qué lo hiciste?

- Ellos me "retaban", pero mucho no recuerdo qué me decían. Lo hacía porque quería bajar de peso. No recuerdo haberme visto "muy gorda", lo que realmente quería era llamar la atención para que me vean y se preocupen por mi (más que nada en el colegio). Ahora puedo asociar eso con mi historia de la infancia.

¿En qué momento creés que tus padres se dieron cuenta de que estabas demasiado flaca?

- En el transcurso de mi infancia se empezaron a dar cuenta y me lo marcaban retándome, porque también había desconocimiento y no se sabía de qué se trataba esto. También es la desesperación de un padre que ve que su hijo no está comiendo.  Yo noté siempre que no estaba bien lo que hacía, pero no me importaba porque quería atención, porque me sentía muy mal conmigo en lo que es la autoestima. El no comer me hacía sentir "bien" por poder controlar algo.

¿Cuándo empezaron los vómitos?

- Empezaron de a poco, después de tanta restricción causada por la anorexia. Al principio era solo los fines de semana, ya después durante la semana y, al tiempo, todos los días, varias veces al día. Cada vez se va haciendo más y más frecuente cuando no se trata. Sentía alivio al comer y al vomitar. Es algo muy difícil de explicar, pero se siente alivio justamente de cosas que uno no dice o necesita expresar. En el momento no te das cuenta, eso lo ves después, cuando lo tratás. Como nutricionista, ahora lo veo como algo muy peligroso y lo primero a tratar cuando viene un paciente. Es lo primero que trabajo porque la vida está en riesgo.

 

Una vez te internaron por estar deshidratada, ¿en ese momento creés que tenías consciencia de enfermedad o no?

Conciencia de enfermedad, tenía. Yo sabía que no estaba bien, lo que me pasaba era que no me importaba y pensaba: "No me va a pasar nada". Era más el miedo a engordar que a que me pase cualquier otra cosa. 

 - ¿En qué momento y por qué razón comenzás a excederte en el consumo de alcohol? ¿Eras consciente de lo que estabas consumiendo?

- Sí, era consciente. De lo que no era consciente era de todo lo que me podía pasar saliendo todos los fines de semana, tomando de esa manera. Miedo no tuve. Cuando estás tan metida en la enfermedad no sentís miedo.

 - ¿Cómo se enteró tu familia de la enfermedad?

- Mi mejor amigo lo sabía y le contó a mi hermano y fueron ellos los que me dijeron que, si yo no se los contaba a mis padres, ellos les iban a contar. Y así sucedió. Por suerte, nunca sentí que toqué fondo: nunca llegué a eso y creo que fue porque mis papás me obligaron a tratar mi enfermedad. Al enterarse lo tomaron claramente con preocupación, trataban de hablarme y yo siempre me enojaba o evitaba el tema, siempre peleando. Ellos también se enojaban, pero es lógico, porque es el miedo de los padres y la desesperación y siempre hicieron lo posible para ayudarme.

Escribió tres libros para contar desde su propia historia cómo se logra superar los distintos trastornos alimentarios

Escribió tres libros para contar desde su propia historia cómo se logra superar los distintos trastornos alimentarios - Créditos: Gentileza Agustina Murcho

Internación y recuperación

A los 15 Agus fue diagnosticada con anorexia y, en poco tiempo, ese trastorno alimentario se trasladó hacia la bulimia, la otra cara. Hasta los 22 su enfermedad no fue tratada como correspondía, ya que no había conciencia real de lo que ella tenía, según nos cuenta. Fue en ese momento que una internación de urgencia por deshidratación obligó a abrirles los ojos a todos.

Alrededor de los 20, los padres de Agus decidieron llevarla al centro de atención especializado en TCA La Casita, pero allí la derivaron directamente a un hospital de día por el estado crítico en el que se encontraba.

En ese momento, ella recuerda que no sintió miedo, porque se "sentía “bien”; en cambio, reconoce que sintió mucha bronca por la derivación y por la necesidad de acudir diariamente a una internación. “No me relacionaba bien. Sentía que ‘odiaba’ a todos y me quería ir. Siempre estaba de mal humor. Con algunos me llevaba bien y pasábamos el tiempo ahí, nos reíamos. Pero, en general, siempre estaba del mal humor. Te hacían hacer almuerzo y merienda y, había grupos de terapia y nutrición donde cada uno contaba cómo iba con las comidas. Era todo grupal y no soportaba escuchar la vida de los demás, porque lo sentía una pérdida de tiempo”.

"En el hospital, día a día mejoré mucho con la alimentación y los vómitos", relata. Después volvió a La Casita y empezó terapia individual donde -nos cuenta- mejoró todavía más.

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Nutricion.ag: la comunidad en Instagram

La experiencia que Agustina atravesó a lo largo de muchos años en su tratamiento por TCA, además de ser transmitida hoy en consultorio a sus pacientes, también es compartida a través de Nutricion.ag, su propia comunidad online. Desde allí trata de llevar conciencia y ayudar a sus pacientes y más de 400 mil seguidores en la detección temprana de las relaciones peligrosas con los alimentos, de transmitir mensajes positivos y dar lugar a preguntas que desmitifiquen algunos conceptos erróneos en relación al cuerpo, las emociones y los alimentos.

- ¿Cómo y cuándo surge lo de la cuenta de Instagram?

- Surgió en 2015 cuando estaba en mi anterior trabajo. Se me ocurrió abrirla y de a poco fui viendo lo que pasaba en las redes y de los peligros y desinformación relacionado a la nutrición y empecé a dedicarme a desmentir y hablar de la comida desde otro lado que no sea "sólo nutrientes", de informar y hacerle ver a la gente lo peligroso que es seguir consejos de cualquier persona. No pensaba en que iba a tener tantos seguidores.

¿Cómo fue que empezaste a dedicarte a los trastornos alimentarios?

- Empecé cuando yo me di cuenta que era lo que quería hacer. Antes no pensaba hacerlo ni ahí, pero cuando comencé a estar mejor supe que sería bueno ayudar a quienes pasan por lo mismo que pasé yo. Hice posgrados, diplomados, cursos, fui a congresos, leo. Todo lo que sea para informarme y estudiar más. Actualmente, con los pacientes me siento súper bien y me doy cuenta de que, al entender lo que les pasa, es más fácil tratarlos. Cuando uno lo pasó entiende mucho más al paciente.

 

¿Qué cosas que antes no hacías ahora disfrutás?

 

- Antes no podía ni leer un libro, salir con mis amigas a comer, irme de vacaciones tranquila, mirar una serie. Nada podía hacer ni lo más mínimo, porque mi vida era comer, vomitar, pensar en comida. No había otra cosa.

- Y ahora, toda la experiencia personal también puesta al servicio de otros…

- Sí…. todo sirve para algo y está bueno verle el lado positivo. Hoy estoy viviendo con Guido, mi pareja, en mi departamento, trabajo de lo que me gusta y estoy muy bien. Guido fue clave en todo el proceso.

¿Qué mensaje les darías a las personas que se encuentran afrontando un trastorno alimentario y no saben cómo salir o pedir ayuda?

- Les diría que, si les cuesta pedir ayuda, vayan, aunque sea a un profesional capacitado y le cuenten lo que les pasa, sólo para escuchar qué les dice. Y que sepan que la vida sin un trastorno alimentario es vida y no van a arrepentirse de tratarlo, aunque el tratamiento sea difícil.

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