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Adaptate




"La inteligencia no es sino capacidad de adaptación al cambio", escuché decir a alguien hace pocas semanas. Y en estos últimos días vine recordándomelo y diciéndome: "vamos, nena, adaptate".
Sucede que el día viernes la chica que cuida a mis hijas nunca llegó a casa. No llegó, no llamó, no mandó sms, ni tampoco atendió el teléfono, ni respondió mis varios mensajes (ni ese día, ni los siguientes).
"Es rara ella, nunca me habla, no me dice nada", me dijo el sábado su madre, quien al menos me quitó el susto, la angustia que tenía pensando que podía haberle pasado algo grave. La madre se mostraba igualmente desconcertada que yo, no sabiendo qué decirme, no sabiendo ya cómo excusarla. Y digo "ya" porque este comportamiento extraño (de desaparecer y no comunicarse) tuvo lugar en otras oportunidades, e incluso fue uno de los motivos por los cuales, hace tres años, dejara de trabajar conmigo. Cuando un tiempo más tarde volvió, a fines de 2011, arrepentida y con clara intención de cambio, no pude no darle y darnos otra oportunidad, porque fuera de aquellos episodios puntuales, ella había sido y siguió siendo una joven amorosa, trabajadora, calma, responsable (en apariencia).
Lo cierto es que en todo el fin de semana no paré de decirme: "No da, Inés, que vuelvas a vivir esta escena. Sobre todo en un momento en el que estás teniendo que dar un salto en lo laboral. No te victimices y sé resolutiva. Necesitás poder apoyarte ciegamente en alguien y no sumarte otra hija".
Me lo dije, me lo sigo diciendo y, uf, no saben lo que cuesta. Lo que me costó asumir que en este aspecto vuelve a cerrarse otro ciclo (parece que los ciclos todavía son breves); asumir que quizás yo pueda, si ella quiere, darle una mano, ponerle la oreja, aconsejarla, pero que ella ya no significa una pata de confianza para cuidar a mis niñas, mi tesoro más preciado, ni mi casa.
Confieso que en algún lugar profundo asumirlo me genera cierto alivio (siempre es sano poder ver aquello que estabas negando)... Y me da vértigo (el vértigo de lo vacío).
Sé que en unos días este capítulo estará cerrado, será una anécdota más en mi vida, pero pfff, atravesar el tramo, mamma mía, ¿era necesario?
"Y sí", lo es, me tira mi trillada vocecita Mosca Muerta, "todo es perfecto". "Ok", le contesto, pero le pido que el año que viene me compense. No es que anhele una quietud absoluta, pero un poquito de estabilidad, porfi, sí, que llegue... y en todo caso que las sorpresas sean de las buenas, de las que uno desea que sucedan.
¿Qué piensan? ¿Cómo viven y vivieron ustedes este cambio? ¿Y qué tal estuvo su fin de semana?
Vamos, Rapunzel, adaptate al cambio

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