Fue muy gracioso, ayer, llamar a mi madre y que sus primeras palabras fueran: "Qué complicada que es la suegra de Missmimi, ¡¿cómo va a comparar el amor por una madre con el amor por una abuela?!". No pude evitar la carcajada. No por lo que dijera, claro, sino porque nunca pensé que escribir aquí fuera a determinar de tal manera el contenido de una charla con mi vieja.
Y hoy quisiera compartir una sensación que ayer mismo tuve mientras tomábamos la merienda en el café de la esquina. Miraba a mi hija haciéndole morisquetas a cuanto cliente apareciera, robándole sonrisas a las viejas de la mesa vecina, a Antonio, el dueño, a Carlos, el mozo, a un tipo gordo que se lee enterito el diario financiero. La miraba y recordaba una de las tantas teorías que circulaban en mi época espiritual-fanática:
¿Serán estos niños almas sabias que bajan a la Tierra con la misión de expandir la conciencia? ¿Será ella la maestra?
No lo sé, pero lo cierto es que por momentos la observo y me fascina. Con ese soberbio desparpajo que la caracteriza, tan adorablemente torpe y verdadera, tan provocativamente honesta. Tan llena de vida, tan abierta. Si la vieran cómo mueve las caderas cuando escucha las canciones de Adriana. O cómo te besa con sus labios frunciditos, o la paz con la que duerme, o la fuerza con la que protesta.
No tengo hoy tan en claro el significado de "expandir la conciencia" ni hacia donde viajamos como planeta, pero que los niños (¿desde siempre?) tienen un acceso privilegiado y sin interferencias a Dios, a la vida, al ser, o como llamemos a ese gran misterio que nos anima, eso es un hecho.
¿Qué aman de sus hijos o niños que tienen cerca? ¿Qué les enseñan cuando están con ellos?
¡Feliz fin de semana para todos! Los voy a extrañar.
PD: Manden sus fotos a blogmama@revistaohlala.com
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