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¡Hoy escribe Juanagaviota!




"-Mamá, ¿por qué papa y vos luchan?"
"-¿Cómo que luchamos?"
"-Sí, a la noche, a veces..."
(cri cri)
"-Ehhhh... ¡porqueee nos queremos! ¡Y nos divierte!"
¡Epa! Al final nunca supimos si hijo mayor nos vió (descartado, no se levanta nunca), nos escuchó (¿será? ¡si somos expertos en amor mudo!), o si simplemente se quedó pensando en algunas peleas tontas y en broma que solemos tener algunas veces. Lo cierto es que el tema nos quedó rondando.
Qué cambio enorme es el de la intimidad cuando somos padres, ¿no? Digo, en nuestro caso, veníamos de diez años de amor y pasión sin que importara mucho el cuándo, dónde o las preguntas que quieran agregar... sólo importaba, eso sí, cuidarse, "no vaya a ser cosa de que quedemos..."
Cuando decidimos tener hijos, noté el primer gran cambio. Lo que hasta ese momento era un momento de espontaneidad, placer, relax, unión, se convirtió en algo más ¿frío? ¿raro? ¿calculado? ¿especulado? Ya no daba lo mismo qué día fuera, ¡no! Y nos convertimos en expertos en ovulación, temperaturas corporales, tablitas chinas y cosas raras. Un momento de pasión se contaminaba con flashes inoportunos de pañales, mamaderas y noches sin dormir. ¡Si antes no se me cruzaban esos temas, no en "ese" momento! Y el siempre presente temor: "¿podremos?" Tanta plata gastada en cuidarnos ¿y si finalmente no podíamos tener hijos?
En fin, que tanta previsión le terminó sacando chispa al asunto. El deseo de ser padres casi le ganó la partida al deseo, en sí mismo. Así que relajamos, decidimos dejar de pensar en el asunto, ¡y zas! Ahí sí, ¡nos embarazamos!
Luego, vinieron los tres trimestres, tan diferentes ellos, tan opuestos, tan particulares. Un primer trimestre donde se mezclaban los malestares físicos y las dudas existenciales con la pregunta de dónde había dejado guardadas mis ganas... ¿sería que acaso el embarazo mataba toda la pasión? ¿cómo pensar en sexo sintiéndome tan horriblemente mal? No, no, sexo y náuseas no combinaban. Por suerte, llegó el trimestre de la revancha, qué digo, ¡¡¡llegó EL trimestre!!! ¡¡Bendito, glorioso, sublime segundo trimestre!!! Cuando digo que podría vivir embarazada, me refiero a que podría vivir detenida en esta etapa. Una energía increíble, plena, limpia y poderosa, que permite pensar que todo es posible, lo que sea, por más loco que parezca. Y la libido allá, allá arriba, casi casi en un lugar desconocido.
Pero claro, lo bueno no dura mucho, llegó el tercer trimestre y el baile de la contorsión, la parabólica humana buscando señal, hola, hola, ¿me escuchás bien? Una experiencia antropológica, antropomórfica, antropofágica, qué se yo, raaaro.
Y llegó el bebé. Y casi casi repitiendo el ciclo, pero con trimestres más largos, volvimos al malestar físico, el sueño, el agotamiento, la libido en los talones, etc. Pero de a poco, lentamente, apoyándonos, acompañándonos, todo empieza a quedar atrás, el bebé comienza a dormir toda la noche, las rutinas se establecen, volvemos al trabajo, la vida se tranquiliza, lo cotidiano vuelve a ser lo que era... Y nuevamente caemos en la tentación. "Che, ¿y qué te parece si le buscamos el hermanito?"
Y vos ¿en qué etapa de la intimidad estás hoy?

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