¿Niños difíciles o adultos estresados?

No en los hechos, sino en cómo los viví por dentro, y en algunas reacciones desquiciadas.

Pero voy a confesar algo: venía rayada y un poco dolida, por un tema que nada tenía que ver con mis hijas.

Ya la noche del viernes la había empezado con el pie izquierdo. Literalmente. Era la primera noche en la que una amiga de mis nenas, de la más chica, se quedaba a dormir en casa. Y después de dormir a las tres enanas, a la mayor arriba, y a las dos más chicas en la cama-carrito, se me ocurrió bajar ésta al nivel del piso. Por las dudas. No fuera cosa que JUSTO una se cayera. Lo que no preví fue que con el peso de las retoñas, la cama-carrito caería al suelo en una milésima de segundo, sin darme tiempo a quitar mi pie izquierdo... ¡Ay, mis dedos!

A eso se sumó: China, Chinita, a las 2 am, en mi cuarto, reprochándome que no me había pasado a su cama, como prometido. "Vení, China, metete en mi cama".

Pero a las 4 am aparecieron las otras dos sátrapas. "Se fue Shina, no está Shina". Lloraban sin lágrimas, bien teatrales. Por supuesto, ni dudé en meterlas a las 2 chiquitas también en MI cama, esperar a que todas se duerman (por segunda vez) para escaparme yo a SUS camas.

El domingo se fue Emma, pero vino Lucía. Otra liera. Otra amiga de Lupe, muy alegre, con la que mis hijas se potencian.

Ya de ida en el taxi (ah, sí, fuimos al cine, ahora les cuento) me decía: "sí, evidentemente estás mal, porque te tensan hasta sus risas". "¿Podés, mi amor, quedarte QUIE-TI-TA?"

Llegamos al complejo. Teníamos el lanzamiento de una serie para niños de Netflix, "Turbo"... y ahí se abrió un paréntesis. El paréntesis de la magia. De la magia y los regalos. Había bandejas con sándwiches, con masitas húmedas, había globos de helio, vinchas con luces, remeras... Y todo el tiempo que duró el lanzamiento, proyección incluida, mis hijas y su amiga se portaron increíblemente.

Ahora bien, una vez que se rompió el hechizo, mamita. Tenía 3 nenas hiperquinéticas, felices ellas, 4 globos de helio, sus remeras nuevas, zapatillas que les lastimaban, antenas-vinchas que acomodarle cada 2 minutos porque se salían... Corrían, gritaban, se me escapaban, no hacían caso, se enredaban los hilos de los globos, daban globazos a cuanta persona nos cruzáramos.

El colmo fue un momento en el que, cruzando la Avenida, la menor mía, que iba de la mano de su amiga, de golpe me muestra, muy canchera, que le había soltado la mano e iba sola... "LA P*TA MADRE QUE TE LO RE MIL PARIÓ, CARAJO".

Puteé, grité, maldije la maternidad en veinte idiomas, incluso llegué a ver cómo los h de p de los taxistas se reían... de mí. ¡Sí, de mí! Y seguro que más de uno habrá pensado "mirá esta loca".

También llegué a pensar: "por suerte estoy separada y mañana domingo me quedo TRANQUILA". Todas las madres, incluso las casadas, deberían tener un día a solas, para tomar distancia de sus criaturas... y así poder recuperarse... y extrañarlas, y también sentir un poco de culpa.

Ah, sí. Terminó el sábado, yo bocetaba este texto y por dentro tenía sensaciones encontradas. Alivio. Alivio porque sabía que iba a poder relajarme un rato.

Y culpa. Culpa por no haber sabido relajarme antes, por haber caído en la trampa de mi raye (ni da para exponer lo que me pasó) y no haberlas podido disfrutar como el anterior sábado.

(No hay niños difíciles sino adultos estresados).

PD: Abierto seminario de Enero (de expresión escrita): inetaller@gmail.com O pueden contactarme por mensaje de Facebook: Ine Sainz .