Hoy quisiera continuar con el racconto de mi recorrido. Como ya les dije, no crean que encontrar la vocación fue tan sencillo. Algunos pocos iluminados quizás lo tengan en claro desde pequeños, pero otros muchos, como fue mi caso, van avanzando a tientas, o en ocasiones, a los tumbos.
Sería desagradecida, de todos modos, si sólo me quejara de aquélla primera época como productora televisiva. Más aún, el término "maltrato" tal vez sea duro para señalar la totalidad de esos años. Tuve que pagar derecho de piso, sí, pero es cierto que una vez sorteado este primer momento, me dieron la posibilidad de crecer (rápido). Y de no saber ni jota de tevé, pasé a hablar de Beta SP o SX, de logueo, de timecodes, de la isla de edición, de guiones, testimonios, recursos, rating y demás términos parientes a ese universo.
Por otro lado, ¿querías vivencias, mujer? ¡Acá las tenés! Conocí los canales de tevé del otro lado, los códigos de un medio, sus dimes y diretes, su chismorrerío; tuve encuentros estrafalarios, algunos romances prohibidos, un noviazgo... y podría seguir enumerando.
Pero hubo un momento en el que paré la pelota y volví a mirarme al espejo. Y no sólo encontré caries en los dientes (oh, sí), sino que casi no me reconocía en mi funcionamiento. Tenía una cara de tujes bárbara, fumaba un atado de cigarrillos diario, nunca tenía tiempo para conectar con los afectos y mi energía se arrastraba por el piso (y ni siquiera, por el subsuelo).
Me había alienado. No sé si el medio me había moldeado a su imagen y semejanza, o si estaba frente a una nueva versión fanática de Inés. O ambas.
Pero a diferencia de mis 20, de dar un volantazo, tenía un poco más que perder (un puesto, un sueldo, una red vínculos). Por otro lado, ya no vivía con mis viejos... pero tampoco vivía sola, sino con mi novio de aquél momento (mi ex), que trabajaba en la misma productora. Y sí, finalmente fue él el ancla, el hombro que, después de mucho meditarlo, me permitió dejar lo que estaba haciendo y volver a plantearme: ¡¿qué hago?! ¡qué hacer!
Necesitaba urgentemente volver al cuerpo, rehabitarlo y por otro lado, necesitaba escribir, estaba como poseída por un relato. Lo novedoso fue que ya no escribía en formato de diario íntimo, sino que escribía una ficción, con imágenes y sonido.
Tampoco sabía a ciencia cierta qué escribía en un comienzo, pero sí sabía que era la historia de una joven que descubría que quería ser actriz. ¡¿Actriz?! ¿Pero cómo? ¿Inés quería ser actriz o era parte del personaje protagónico que estaba indagando? Esta es la pregunta que me atraviesa hasta el día de la fecha. ¿Vivo para escribir o viceversa? ¿?
En fin, tenía que avanzar con mi historia, pero por sobre todas las cosas, necesitaba equilibrar tanto trabajo mental con ejercicio físico, emocional y energético. Lo energético, expresado de esta manera, recién estaba apareciendo.
Y así fue como empecé esta 3er período maravilloso de mi formación, que probablemente haya sido el más placentero de todos. Clases de teatro, clown, danza, canto, dramaturgia, etc. Todo muy lindo, en extremo, pero tarde o temprano la beca conyugal se acabaría y yo debería resolver cómo me ganaría la vida.
Y acá me detengo, pero semana próxima prometo contarles cómo fue que de leer a Kant terminé haciendo la publicidad de un yogurth ¡para tránsito lento!
¿Sentiste alguna vez tal cosa como "estar alienado"? ¿Cuán conectado estás con tu cuerpo? ¿Lo sentiste deshabitado en algún momento?
En esta nota: