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Abuso sexual en la infancia: no podemos mirar para otro lado

Paula Wachter, directora de Red por la Infancia, se centra en el video del Dalai Lama con un niño, al que besa en la boca. Sostiene que ese hecho -y lo que sucedió después-, ilustra a la perfección la realidad paralela que se abre frente al abuso sexual en las infancias. 


El Dalai Lama abusó sexualmente de un niño.

El Dalai Lama abusó sexualmente de un niño. - Créditos: Archivo LN



Este fin de semana se viralizó un video donde el 28 de febrero de este año un adulto le pide a un niño que lo bese en la boca y le “chupe” la lengua. Ese hecho -y lo que sucedió después-, ilustra a la perfección la realidad paralela que se abre frente al abuso sexual en las infancias. 

Unos -sobre todo los testigos- vieron al Dalai Lama acercándose a un niño y callaron. Rieron con nerviosismo, una risa incómoda que invisibiliza el abuso de poder y que garantiza la impunidad de las agresiones. Frente al impacto del hecho, muchos habrán pensado: “Es una confusión porque debe estar senil”... “¿Cómo el líder religioso del Tíbet va a estar abusando de un niño?”...”no pasó nada más, tampoco es para tanto”... “es un tema cultural”….

Otros vieron sólo a un niño pequeño e indefenso. A un niño que se acercó inocentemente a pedirle un gesto de afecto a un hombre adulto que admiraba y amaba. Y vieron al Dalai Lama abusar de su poder y abusarlo frente al mundo entero.

 

Quienes vieron al niño, vieron el abuso. 
Quienes vieron al adulto, no vieron al niño ni el abuso. 
De eso se trata: de saber mirar para que el abuso sexual no siga oculto a plena luz destruyendo el presente de los niños e hipotecando sus futuros. 

No importa quién lo haga ni el status que tenga: un referente religioso, un ídolo deportivo, un actor, un padre, un tío, un abuelo… no importa dónde ocurre: en un templo, en una iglesia, en la escuela o en el hogar. 

Lo que se repite es lo mismo: un adulto ejerce la asimetría de poder que tiene y abusa de un niño indefenso, inocente.

El equipo de prensa del Dalai trató de convencer al segundo grupo de la realidad paralela que vieron los testigos del hecho hace mas de un mes y no hicieron nada. Publicaron este lunes un comunicado para pedir perdón. “Su Santidad desea disculparse con el niño y su familia, así como con sus muchos amigos de todo el mundo, por el dolor que sus palabras puedan haber causado”, se puede leer en la misiva.

En el texto se defiende la actitud del dirigente religioso y se excusa la situación al asegurar que el líder actúa en ocasiones de manera “inocente” y “juguetona”, “incluso en público y delante de las cámaras”. No obstante, explicaron que “lamenta el incidente”.

Pero el abuso no es un juego. El abuso no tiene nada de inocente. No importa si sucede delante de las camaras o en la intimidad del hogar, siempre es abuso. No importa si fue sólo un beso, o un tocamiento. Mientras que haya un adulto imponiendo su poder y su sexualidad a un niño, siempre hay abuso. 

A veces cuesta más entender que el agresor no es alguien idealmente repudiable, alguien que responda a nuestros estereotipos. Es difícil comprender que quien abusa puede ser alguien que admiramos, respetamos e incluso idolatramos. Puede ser un familiar, nuestro amigo, nuestro colega. El agresor se vale exactamente de esa apariencia, de esa aceptación social para agredir. Poder verlo de verdad, sin los filtros de una conciencia complaciente nos conecta con la realidad sobre la que debemos actuar, nos conecta con la necesidad de involucrarnos y actuar. 
 
El primer paso para forjar una cultura de respeto y cuidado a los niños es lo que está sucediendo: el repudio social y la vergüenza al agresor. 

Somos nosotros quienes decidimos en qué realidad vivimos. Está en nosotros ir deconstruyendo una realidad que invisibiliza y naturaliza o justifica los abusos sexuales en la infancia. Esta en nosotros la construcción de una realidad en la que los abusos son detectados, los abusos no son tolerados y los niños son protegidos. La buena noticia es que esa realidad está más cerca de lo que pensamos: basta con que cada una de nosotros hagamos nuestra parte. Porque una vez que ves, no podés mirar hacia otro lado…

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