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Orientación vocacional: ¿elegir bien una carrera es cuestión de suerte?

En su nueva columna Beta nos dice que en época de cursos de ingreso e hijos angustiados es bueno volver a mirarnos entonces, cuando éramos nosotros los que no sabíamos bien qué queríamos estudiar. O ser.


El desafío de elegir qué estudiar.

El desafío de elegir qué estudiar. - Créditos: Getty



Allá lejos y hace tiempo

No había internet y mi pasado académico en el secundario había sido entre desastroso y angustiante para mis padres y bastante divertido para mí, aunque de lo que veía en el pizarrón no me interesaba casi nada. 

Con esa mochila, siendo aún una estudiante de quinto año, me tomé un colectivo y me fui a una oficina de la UBA, creo que en la calle Azcuénaga, en donde una señora te bajaba de unas repisas de metal y, a pedido, unos carpetones negros gigantes con el detalle de las carreras. 

En mi cabeza pingponeaban dos opciones que resultaban en dos vidas diferentes: periodismo o psicología. El curso de ingreso de psicología incluía matemáticas y yo conocía mis límites, así que quedó decidido.

La señora que repartía destinos y carpetas me dijo que esperara, que había una carrera nueva, que ella, que me había visto cinco minutos pienso ahora, creía que era para mí.

Me dio la carpeta de Comunicación Social y a medida que leía el plan de estudios me comencé a sentir en un parque de diversiones.

Aún me siento así. 

Tuve, estoy segura, mucha suerte. 

Cuestión de suerte

Podría ponerme romántica y decir que la carrera me encontró, que estábamos destinadas a esta relación visceral, desafiante y amorosa que ya lleva décadas. Pero no, repito, tuve suerte. 

Porque con el diario de ayer y con los datos de hoy, resulta que mis pasiones y mi vocación estaban bastantes definidas y alineadas. 

Y que mis padres me acompañaron de todas las formas que pudieron. 

Y que pude trabajar mientras estudiaba para hacerlo posible. 

Y que tuve acceso a la carrera que mejor me calzaba. 

Y que esa señora de esa oficina desordenada, que podría haberle dedicado ese instante a hacerse un té, me vio, buscó la carpeta y me abrió una puerta que iba a marcar algunas de las cosas que más me gustan de mi vida. 

Hoy, digo, con un cambio de universidad en el medio, con mi CV lleno de líneas que me hicieron mejor persona y mejor profesional y que ni siquiera existían cuando estudié –insisto- tuve una inmensa suerte.

Y, de paso, a la distancia me parece una locura absoluta e improbable que alguien a los 18 años sepa qué corno quiere hacer o ser durante su vida. 

Cuestión de perspectiva

Estamos casi en octubre, plena temporada alta de cursos de ingresos, de ferias de universidades, de decisiones y de algunas angustias. 

También –observo- de muchas chicas y chicos que, una pandemia después, cambiaron sus intereses y, sobre todo, sus modos de ver el mundo y esa carrera que habían empezado ya no les parece atractiva. 

Entre aprovechar las oportunidades que cada uno tiene, los deseos propios, el deber ser social, los mandatos familiares y este panorama tan distinto y tan amplio creo que tengo más dudas que certezas. Y me gusta, pero claro, yo no tengo 18 años ahora mismo y ya no debo tomar esa decisión. 

Así que quiero hablarte a vos, si estás en esa búsqueda: dejame que te diga un par de cosas. 

Si sabés para dónde ir, adelante.

Si te equivocás, aunque te pese, en el paisaje completo realmente no importa. 

Y, si te sentís desorientado, ojo que puede que los adultos que te rodeamos sobreestimemos la pasión. Tal vez no sabés qué te apasiona porque aún no existe. 

Pero nadie va a poder sostener esa búsqueda por vos, es toda tuya, hacete cargo. 

La vida es larga y, si no lo es, tampoco está bueno dejarla ahí en donde nada te motiva. 

Formarse, tener además la posibilidad de hacerlo es un golden ticket. 

Pero no solo te vas a formar en la universidad. Hay hoy muchos caminos posibles. 

Y, por último, por favor no te angusties planeando de qué vas a trabajar toda tu vida, porque eso ya no pasa. Está bueno planificar, pero sabé que el mundo suele ir más rápido que tus planes y eso, aunque te dé incertidumbre, está bueno. También puede que el que cambies seas vos. 

Solo pensá, si podés, qué querés aprender hoy. 

Para el resto te queda toda la vida. 

Tal vez alguna de esas ideas te sirva y entonces le ganamos a la suerte y ya no dependemos de ella. 

Ojalá. 

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