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Thelma Fardin, en exclusiva, tras la absolución de Juan Darthés en Brasil: "Ya que el sistema no es reparador, construir otras formas de sanar es vital"

La actriz Thelma Fardin acerca su reflexión tras el fallo adverso en el caso por abuso sexual contra Darthés. "Lo que conquistamos como sociedad no lo va a modificar lo que diga un hombre (con cargo de juez)", sostiene.


Thelma Fardin durante la conferencia de prensa, tras conocerse el fallo.

Thelma Fardin durante la conferencia de prensa, tras conocerse el fallo. - Créditos: Gentileza de Amnistía Internacional



Lo que conquistamos como sociedad no lo va a modificar lo que diga un hombre (con cargo de juez). No lo va a modificar un funcionario. No lo va a modificar un poder judicial que no escucha el reclamo de una sociedad (hace pocos días se conoció la absolución del actor Juan Darthés, denunciado por abuso sexual)

Todos conocemos a alguien que sufrió violencia sexual. En Brasil solo el 1% de las denuncias de abuso recibe condena. Pongámoslo simple: no hay 99 personas que recurren a la justicia porque no tienen otra cosa mejor que hacer, lo que hay es falta de respuestas por parte del sistema. Lo que hay es un mensaje de impunidad que dice: pueden hacer con los cuerpos de los y las niñas lo que quieran porque no habrá consecuencias.

Pero la conquista social está ganada. Lo importante es que tomamos conciencia de algo que sucede, queramos mirarlo de frente o no, y nuestro desafío es trabajar para que no pase más. Para que si pasa las personas se animen a hablar, porque como humanidad crecimos en empatía. Esa es nuestra parte del trabajo, nuestro granito de arena: abrazar a quienes rompen el silencio. Ya que el sistema no es reparador, que la sociedad construya formas de sanar es vital.

 

Mientras tanto, trabajaremos para modificar sistemas judiciales retrasados, carentes de una mirada sensible que valore el testimonio de las víctimas. “Sistemas”, es decir: personas que lo conforman, que ni siquiera están al tanto de los tratados internacionales a los que sus países adhieren; como la CEDAW que en Argentina tiene carácter constitucional (es decir está por encima de las leyes locales) y la Convención de Belém Do Pará. Solo por dar algunos ejemplos. Las cortes internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, tiene en los últimos años fallos ejemplares que deben servir de guía para valorar la prueba en estos casos.

Pero saliendo de lo burocrático y apelando a lo humano, que muchas veces queda perdido entre tecnicismos, tenemos que preguntarnos: ¿qué les estamos pidiendo a las infancias? ¿Las vamos a responsabilizar por no poder probar un hecho que sucede siempre en la soledad de dos personas, en la soledad de alguien con más poder que somete a otro? ¿Vamos a responsabilizarlas siempre por no gritar, por no darse cuenta del peligro, por no hablar rápido, cuando la propia sociedad descree de nuestra palabra y eso da pánico para quienes debemos contar el horror?

La salida siempre es colectiva, los casos emergentes, que son representativos de muchos otros, nos sirven para ver en profundidad y a plena luz lo que pasa en millones de otros casos que no son visibles, que quedan a oscuras entre los archiveros de las fiscalías y los juzgados. Nos sirve para ver lo que el sistema les propone a las personas que denuncian: un laberinto que parece no tener salida: si no denunciás en la justicia no podés hablar porque te van a denunciar a vos por calumnias e injurias, si denunciás tenés que lograr probarlo, porque si no lo probás vas a ser una mentirosa.

 

Lo único cierto es que en todo el proceso la culpa es tuya, no del violento, no de la justicia que no está a la altura. La culpa es tuya. Por eso la importancia de lo colectivo; no nos pasó a 10 personas, nos pasó a millones, y para salir del horror nos tomamos de la mano frente a un sistema carente de respuestas, respondimos que el silencio y la vergüenza ya no nos pertenecen. La fuerza de una es la fuerza de todas. 

Las frases violentas que circulan en las redes y que se materializan en conversaciones a espaldas de las víctimas reproducen un entramado que pretende silenciarnos. Reproducen un sinfín de estereotipos: 

  • Que denunciamos para ganar fama

    ¿Quién puede querer ser famosa por la cosa más dolorosa de su vida? ¿Quién quiere que la miren como una víctima para siempre? La realidad es que de hecho muchas veces no denunciamos por miedo a perder nuestros trabajos, por miedo a que nos digan que somos "quilomberas". ¿El problema lo generamos las víctimas? ¿No los abusadores?

    En mi caso particular impactó directamente en mi acceso al trabajo: desde mis 13 años mi solvencia económica me la dio siempre la actuación, siempre trabajé como actriz. Hasta que a mis 26 años decidí denunciar y desde ese momento a esta parte tuve que realizar muchos otros trabajos para poder mantenerme, porque en el mundo del espectáculo me cerraron las puertas.

    Y esos otros trabajos, para los que estoy absolutamente capacitada, también son puestos en tela de juicio. Entonces ¿qué quieren? ¿Que nos callemos? ¿O que por hablar desaparezcamos? 

  • Que lo hacemos por la plata

    Para poder tener un abogado que nos represente y que la causa no quede archivada en una pila enorme de papeles sobre el escritorio de un juez, necesitamos mínimo 10 mil dólares, para un proceso que dura 7 años en promedio. ¿Quién tiene ese dinero para gastar para hacer justicia? (algo que debería hacer el Estado).

    En mi caso, si mis abogados no trabajaran gratis, la causa no hubiera llegado siquiera a que lo acusen en Brasil (país al que se fugó mi abusador gracias a que es brasileño y ese país no extradita a sus nacionales).

    Aclaremos también que, incluso si ganamos y probamos nuestra historia en la justicia penal, no recibiremos reparación económica. No ganamos plata, la ponemos.

  • Que queremos venganza

    Solo queremos que la justicia diga: “esto pasó”, porque la sociedad nos dice “esperemos a ver qué dice la justicia”. Y, por ejemplo, en mi causa la justicia dice que todos “los actos libidinosos” están probados, cuando digo actos libidinosos hablo del sexo oral y la penetración con falanges, pero los determina PRESCRIPTOS. Y sobre lo que en ese año (mayo de 2009) era considerado violación en Brasil, acceso carnal con el miembro, el juez explica que no logra estar seguro porque solo tiene mi testimonio y frente a la duda le cree al acusado. Frente a la duda, siempre, descreen de las víctimas.

    En Brasil la ley que explica lo que considera abuso sexual cambió 68 días después de haber sufrido el abuso sexual. A partir del 8 de julio de 2009 se consideró violación todo lo otro que en la causa está probado, lo que renglones más arriba llamo “actos libidinosos”. Es decir, si me abusaba 68 días después, la ley que debía aplicar el juez era otra.

    ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que la ley que se aplica siempre sea la más benigna para el acusado y la más violenta para quienes intentamos conseguir algo de reparación?

Este es el panorama, pero como dije hace unos días en la conferencia de la ONU junto con los Ministerios de Igualdad de Brasil, Paraguay y Argentina, lo que no saben es que, cuando perdemos todo, también perdemos el miedo. 

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