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Maternidad: los hijos, el sueño y cómo nunca más en la vida vas a dormir bien

En su nueva columna, Jose de Cabo explora un tema súper importante de la maternidad: los hijos y el sueño. La pregunta es: ¿las mamás, volvemos a dormir bien?


¿Las mamás volvemos a dormir?

¿Las mamás volvemos a dormir? - Créditos: Getty.



Cuando quedé embarazada de mi primera hija, mucha gente me decía cosas como: “Aprovechá para dormir ahora” o “Dormí que después no dormís más”. Yo pensaba, primero, qué ridículo, porque el sueño no es acumulativo. No me puedo guardar horas de sueño en un recipiente plástico y después sacarlas de a una cuando las necesito (aunque sería espectacular, digamos todo). También pensaba que sí, debía ser cierto que con un bebito no dormís, si todos me decían lo mismo.

¡Ah!, pequeña saltamontes. Una vez más, subestimas a la maternidad.

El temita de no dormir, como tantos otros en este mundo hermoso de las madres, es una de esas cosas que podemos imaginar pero que no podemos realmente dimensionar hasta que nos sucede. Es cierto que los recién nacidos no duermen como nosotras quisiéramos (8-10 horitas de corrido y, si es posible, en su propia cama por favor). Pero ohmidios esas noches eternas en que se levantan ocho o diez veces a tomar la teta, lloran, no sabemos lo que les pasa, caminamos en la oscuridad balanceandolos deseando con toda el alma que no salga el sol para poder dormir aunque sea unas horitas antes del nuevo día. Esas noches sí que sería bárbaro sacar unas horitas del tupper del sueño y acumularlas para poder ser medianamente funcionales al día siguiente.

Y se pone peor

El problema aquí es que esto no acaba cuando el bebito en cuestión va creciendo. Claro que no. Por supuesto que su sueño se va regulando a medida que pasa el tiempo (porque es un proceso madurativo, y todos lo vamos internalizando eventualmente), pero siempre existen esas noches eternas en las que una realmente no comprende qué sucede pero algo está sucediendo.

Paso a graficar.

Cuando tienen dos o tres años y arrancan el jardín, y se agarran todas las pestes del mundo. Noches eternas de fiebres y toses y vómitos que vienen con las toses (o vienen solos, también), cambiando sábanas y pijamas y pañales y manteniendolos sentaditos a ver si así tosen menos. A los seis, con las pesadillas y los miedos nocturnos. Vienen a tu cama cincuenta veces a pedirte que los acompañes a dormir porque tuvieron una pesadilla. O tienen sed. O los tenés que acompañar al baño. A los diez los nervios por alguna pelea de amigos, o un partido de fútbol importante o una prueba. Se desvelan y, por supuesto, vos te desvelas con ellos. A los catorce o quince empiezan las salidas nocturnas. Que te llevo, que te traigo. Hagamos pool así solo me levanto una vez. ¿Llegaste? ¿Estás bien? ¿Cómo la pasaste? Mañana hablamos.

 

Más o menos se dan cuenta a dónde quiero llegar con todo esto, ¿no? Exactamente. Las mamás no dormimos nunca más. Nun-ca-más. Lo siento. Es una verdad ineludible e inexorable. Por algún motivo u otro nuestros hijos nos desvelan desde el día que nacen y para siempre. Así que sí, si estás embarazada de tu primer bebé, te sugiero que duermas. Y no para acumular horas, no. Sino para atesorar desde hoy y para siempre las noches dormidas de corrido y sin preocupaciones que nunca más van a volver.

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