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Tras la muerte de su bebé, transformó el dolor en amor donando leche materna

Cecilia Padilla tiene 41 años. Nos contó la difícil situación que le tocó vivir y cómo pudo atravesar el duelo y salir adelante.


Cecilia y Pablo con Oliverio, quien sostiene el retrato de su hermana Alfonsina; mientras esperan la llegada de Clementina.

Cecilia y Pablo con Oliverio, quien sostiene el retrato de su hermana Alfonsina; mientras esperan la llegada de Clementina. - Créditos: Gentileza



Cecilia Padilla tiene 41 años y se define como una “mamá horizonte”: “Tengo un nene de 4 años en esta Tierra: Oliverio y a Alfonsina, de 15 días, en el cielo”.

Lo dice con una sonrisa, aunque reconoce que la situación que le tocó vivir fue muy difícil. Pero también señala que la muerte de su hija la transformó por completo y que donar leche la ayudó, sin buscarlo, a atravesar el duelo perinatal.

Como les pasa a muchas mujeres, Cecilia no tuvo una buena experiencia amamantando a su primer hijo. Un mal asesoramiento por parte de su pediatra le impidió lograr una lactancia materna exclusiva. Por eso, cuando quedó embarazada de Alfonsina, lo primero que pensó fue: “esta es mi revancha”. Y se preparó para que así fuera.

Pero cuando estaba cursando la semana 22 de gestación, una ecografía encendió la primera alarma: un retardo en el crecimiento ameritaba realizar otro estudio más complejo en forma inminente. Fue entonces que, tres días más tarde, descubrieron que Alfonsina tenía una cardiopatía congénita severa.

“Lo único que sabíamos era que durante el embarazo ella iba a estar bien”, señala Cecilia y explica que tenían que esperar al momento de su nacimiento para ver qué tipo de cirugía podía llegar a tener. Esto implicó cambiar de institución médica, obstetra, vía de parto (vaginal por cesárea) y asumir que Alfonsina iba a pasar varios días en la unidad de terapia intensiva neonatal.

“Fue un shock, muy difícil, pero aprendí a disfrutar el embarazo y a pensar que ella iba a estar en este mundo el tiempo que ella quisiera. Entender que lo que fuera a pasar era por algo me permitió encontrar la tranquilidad durante esos meses”.

Alfonsina nació el 4 de enero de 2021. Lo primero que metió Cecilia en el bolso fue el sacaleche. “No quería que en ‘la neo’ le tuvieran que dar leche de fórmula, como a Oliverio”, dice. Y recuerda que, a diferencia de lo que había vivido en el otro centro médico, acá desde el primer momento se le acercó una enfermera para invitarla a extraerse leche.

Cómo se desarrolló todo

Alfonsina estaba conectada, a la espera de la operación. Recién al cuarto día lograron darle su leche con una jeringa, pero la complejidad de la cardiopatía hacía que se descompensara cada vez que la alimentaban, por lo que no pudieron seguir haciéndolo.

Cecilia, de todos modos, seguía sacándose leche porque no quería que bajara su producción. La imagen de volver a casa con su hija y amamantarla como había soñado le daba la energía que necesitaba para afrontar la situación.

Los días fueron pasando y pronto llenó de frascos con su leche la heladera de la neo y también la de su propia casa.

Pero un día, cuando estaba llegando a la neo, recibió una llamada de su marido en la que le advertía que desde el hospital le habían avisado que Alfonsina no había pasado una buena noche. “Enseguida sospeché que algo pasaba, porque no me dejaban entrar. Hasta que llegó la noticia que nadie quiere escuchar. Estaba sola y fue muy, muy difícil”, recuerda Cecilia.

Si bien reconoce que los profesionales la trataron con muchísimo respeto, las imágenes de ese momento le llegan en forma fragmentada. Pensaba en cómo darle la noticia a su marido, que tenía que viajar varios kilómetros en auto; en su mamá y en su hijo, que no habían llegado a conocerla.

“Entrar tres y salir dos es muy difícil. Salir del hospital sin tu bebé porque se queda en la neo ya es un montón; pero salir sin tu bebé sabiendo que es la última vez que lo vas a ver es…”, y no logra terminar la frase.

Entre el dolor paralizante y la necesidad de hacer los trámites para el acta de defunción y el sepelio, la única certeza que tenía Cecilia era que no quería tomar una pastilla para inhibir la lactancia. Deseaba un destete fisiológico, que le fuera bajando la producción naturalmente.

“La primera vez que me saqué leche después de la muerte de Alfonsina miré el tarrito lleno y dije: ‘¿Qué hago ahora? ¿Lo tiro, lo guardo? ¿Para qué?’” Hasta que una amiga le propuso ponerse en contacto con el banco de leche, donde le explicaron cómo era el procedimiento para donarla.

Los especialistas señalan que, desde el punto de vista emocional, el hecho de donar la leche ayuda a las mujeres a sentirse madres, a encontrar sentido y consuelo en la donación, a conectar físicamente con su hijo fallecido y mantener su memoria. El tiempo de lactancia suele ser un período de transición en el duelo, de la presencia a la ausencia.

Psicológicamente hablando, es beneficioso para el proceso de duelo desde el punto de vista de la búsqueda y reconstrucción de significado, tan necesario para organizar el mundo interior, integrar la propia experiencia y anticipar eventos futuros.

La madre se vincula con su hijo antes de que nazca y este vínculo continúa después de la muerte. La continuidad del vínculo se favorece en la extracción y donación de leche, porque permite la experiencia de contacto con el bebé, que sigue psicológicamente presente, aunque físicamente esté ausente.

A esto se suma una cuestión hormonal, ya que las hormonas que están implicadas en la lactancia (que son principalmente la oxitocina y la prolactina) son moduladores del estrés y eso favorece el estado emocional en el puerperio. Por eso inhibir abruptamente las hormonas en forma farmacológica es contraproducente, porque se suma al dolor por la muerte del bebé.

“Era la leche de Alfonsina. Por eso al principio yo quería que no se me terminara nunca; entonces seguía sacándome cada 2 o 3 horas”, explica Cecilia y recuerda la emoción que tenían todos los viernes, cuando llegaba la ambulancia del banco de leche a buscar los frascos llenos y entregar otros vacíos.

Pero la producción bajó cuando, un mes y medio después de la muerte de Alfonsina, hicieron un viaje a la costa. Al viernes siguiente le dijo a la enfermera del banco de leche: “Mirá que esta va a ser la última entrega, porque no tengo más producción”.

Para Cecilia la vivencia fue reparadora, porque la sintió como una forma de maternar a Alfonsina y como un acto de amor hacia otros bebés que estaban internados, para que no tuvieran que tomar leche de fórmula.

Y cuenta que se guardó un poco de leche para hacer, en algún momento, una joya. Concretamente, está pensando en juntar algo de sus 3 hijos para hacer una alianza cuando nazca Clementina, dentro de 3 meses.

 

Expertas consultadas:

Soledad Jalil, Lic. en Psicología (UCALP). FB: mariasoledad.jalil

Ana Tabuenca, médica especialista en neonatología, directora del Banco de Leche Humana (BLH) de La Plata. IG: @ana_tabuenca

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