Teatro en Buenos Aires: 4 obras increíbles que no deberías perderte

Estas obras no son clásicos ni súper producciones. Son exploraciones en nuevos terrenos, tocan -o pasan por momentos- la frontera de lo políticamente correcto o esperable. Todas tienen alguna cuota de humor -nada de dramas terribles- pero el trasfondo no son temas livianitos ni pasatistas. Cuentan historias originales, actuadas con talento y con una puesta en escena interesante.  O sea, son obras que recomiendo desde mis preferencias como espectadora que son básicamente ver algo distinto, bien hecho, que me entretenga en el momento y me deje reverberando algo en la cabeza (ideas, emociones o imágenes).

 

Si te resuena este criterio, entonces sí te digo que no te pierdas estos espectáculos que durante abril van a estar en cartelera.
 

 

Al principio de la función podés pensar que se trata de una obra de teatro clásico, algo almidonada y muy seria. Pero muy rápidamente vas a ir descubriendo el desparpajo, la irreverencia y la comicidad con la que se entrama una obra un poco delirante que, no obstante, sostiene un argumento de peso: le quita solemnidad a la apropiación cultural y a la problemática de los pueblos originarios del territorio argentino sin restarle envergadura y planteando una revisión histórica de lo más interesante… ¡y divertida!

Para quienes ya vieron Las Cautivas (otra gran obra de teatro), les spoileo que van a poder encontrar algún tipo de diálogo, aunque esta puesta habla otro idioma.

Una aristócrata inglesa que quiere desarrollar un talento que no tiene como artista plástica, “extrae inspiración” (ponele) de una sirvienta criolla. 

De esto trata la primera apuesta teatral de Julián Cnochaert, quien escribió y dirige la obra que ya lleva cinco temporadas en cartel en el circuito off -se presentó en Área 623 y ahora lo hace en el Teatro El Extranjero- y ganó varios premios (el del Rojas, el María Guerrero, Trinidad).

La actuación de la protagonista, Lucía Adúriz, es sencillamente extraordinaria. La acompañan, también con muy buenas interpretaciones, Pablo Bronstein y Carolina Llargues.

Es una mezcla de géneros: un poco de stand up, otro tanto de teatro de efectos visuales, mucha coreografía, bastante de lo ya muy visto del biodrama y algo de una forma distinta de la puesta en escena del yo.

Vas a ver esculturas de humo, juegos de luces, danza, música, unipersonal y mucho humor en una obra collagera que tiene una particularidad y es que conecta, además de lenguajes, elementos de la función: si bien la temática es de alguna manera “la inflación” y también “la paternidad”, la historia que se cuenta incluye entre sus protagonistas al teatro en sí como un lugar y al hecho de "ir al teatro".

La sala en donde transcurre tiene un rol central. Y, dicho sea de paso, está muy buena y vale la pena salir del polo teatrero más tradicional para conocerla: Planta Inclán. 

Hay otro momento del espectáculo que es clave: pagar la entrada. Es que el precio lo ponemos los espectadores una vez que terminó la función; sí, vendría a ser una obra “a la gorra”, pero acá esa modalidad es un gesto que cobra sentido en el mismo contenido.

Juan Onofri Barbato es el intérprete de Vendo Humo. También, el guionista y director, pero estas tareas no las asume solo sino en coequipo con quien es su pareja en la vida: Elisa Carricajo (integrante de Piel de Lava).

Podría catalogarse como de "absurdo", pero tampoco tanto. Hay humor, giros inesperados (y desesperados) y los detalles que hacen a la obra son todo. Cada uno es impecable.

Empezando por el texto: escrita por Romina Paula, la pieza es de una narrativa encendida, lúdica y atrapante. Con una estética puntillosa y un tono que oscila en la frontera, se mezclan historias de la realidad -ficcionalizadas y adaptadas al guion- con gran tino.

El escenario está en el centro de la sala Arthaus y los espectadores, si bien no formamos parte de la escena, estamos y nos vemos unos a otros… mirando la obra. La escenografía conjuga elementos vintage con un diseño de luces muy fotográfico. 

La escena es un relevamiento de información para develar un crimen que no sabemos cuál es y que nos va a llevar a encontrar muchas preguntas en las respuestas hasta envolvernos en un espiral donde víctimas y victimarios son roles dinámicos.

Los personajes son entrañablemente humanos, como así también los vínculos (amorosos, profesionales, amistosos y ocasionales) que entablan entre sí. Los interpretan Pilar Gamboa, Esteban Lamothe, Susana Pampín y Esteban Bigliardi.

Es una de las mejores obras, en mi opinión, que vi en los últimos tiempos. No sólo cuenta un argumento sólido sino que lo hace a través de una actuación excepcional, con pocos recursos escénicos muy bien utilizados y mediante un guion que escapa de cualquier obviedad para recorrer caminos impredecibles.

Se trata de un unipersonal que nuclea mil personajes y mil historias en las que la vida y la muerte se cruzan en un punto de intersección entre el placer de las fantasías sexuales y la fe. Aparecen de soslayo el amor, la miseria, el dolor, la enfermedad, la corrupción. Y todo sin perder el sentido del humor: algo grotesco por momentos, eficiente durante toda la obra.

Lo que hace Camila Peralta en el escenario -con su cuerpo, sus emociones y su voz es- de un talento descomunal. Y no sólo ella. Martín Bontempo, desde la dramaturgia y dirección, también tiene mucho para decir (al público y al teatro), y lo logra.

El año pasado se presentó en Nun Teatro y ahora volvió, en el Caras y Caretas.