Brenda Navarro: “La mayoría de las mujeres estamos cansadas y empobrecidas”
La escritora mexicana Brenda Navarro es una de las voces de la literatura feminista contemporánea. En su literatura y, también, en su activismo, revela las inequidades de género, los costos y las renuncias de las mujeres que se dedican a su carrera literaria.
10 de enero de 2024
Brenda Navarro, una escritora que arma red con otras escritoras latinoamericanas en su militancia por la igualdad de género. - Créditos: Gentileza de Noelia Olbés Mendaño
La escritora mexicana Brenda Navarro, de sonrisa amplia que es puro agradecimiento, no exhibe gestos de enojo nunca. Su conversación es amable, su hablar tranquilo, porque se detiene a pensar, a elaborar ideas. Como si sólo pudiera romper el silencio cuando encuentra la respuesta que quiere dar.
Sus novelas Casas vacías y Cenizas en la boca -ambas editadas por Sexto piso cuando migró a España- tienen a las mujeres en primer plano. Allí late Brenda, en su literatura, en su activismo y en su vida. Reconoce que, para las mujeres, dedicarse a su profesión implica renuncias y muchos más costos que para los varones.
"Estamos cansadas y, la mayoría de las mujeres, empobrecidas y siempre tratando de responder a los mandatos sociales que no le sirven a nadie”, lanza en un momento de la conversación, en su última visita a Buenos Aires.
Brenda Navarro es mexicana; publicó dos novelas: Casas vacías y Cenizas en la boca (Sexto piso), cuando se mudó a España. - Créditos: Gentileza de Noelia Olbés Mendaño
-¿Qué escritoras argentinas leés?
-Soy súper fan de Dolores Reyes, de Claudia Piñeiro, de Gabriela Cabezón Cámara, de Selva Almada. Tengo un fuerte interés, no solo en ellas como escritoras, sino como escritoras haciendo cosas por la escritura. Hay un movimiento muy importante de las mujeres en Argentina.
-¿La literatura hoy está cruzada por los feminismos?
-Sí, no sólo acá en Argentina. Creo que México fue un poco de la mano en problemáticas sociales y siempre nos hemos acompañado nuestros países. Me siento muy cercana, para mí las luchas políticas de Argentina siempre fueron referentes, los movimientos políticos de Argentina siempre se apoyaron mutuamente con los de mi país. Para mí siempre han sido como vecinos.
-¿Hay una red de escritoras latinoamericanas que se abraza?
-Por supuesto... Yo me vivo más como escritora latinoamericana que como mexicana. En todos los lugares a los que voy, en festivales, todas estamos en esta sintonía: nos leemos, nos recomendamos. Estamos todas muy interesadas en mantener esta efervescencia que existe ahora porque sabemos que puede ser pasajera, pero no queremos que sea pasajera, por eso seguimos leyéndonos las unas a las otras.
Brenda forma parte de Enjambre literario, que congrega a escritoras de Iberoamérica; también de Ellas Cuidan, un movimiento que visibiliza el triple trabajo de las mujeres que se dedican a las disciplinas artísticas y tienen que crear, cuidar de sus hijos y atender la casa. Es plenamente consciente de que les cuesta más a las mujeres que quieren ser escritoras dedicarse a su arte, por eso trata siempre de armar red, de fomentar la sororidad. La migración de mujeres a países centrales también se combina para complejizar aún más estas inequidades.
-La migración es un tema en tu literatura. ¿Qué te enseñó a vos de México migrar a España?
- A mí moverme de ciudad de México me permitió reconciliarme con ciudad de México y luego con mi país en general. Somos un país con muchos claroscuros, con muchísima violencia, pero también con un montón de movimientos especialmente de mujeres que sostienen el país. Y eso me di cuenta cuando salí, a distancia.
Yo tuve una migración muy privilegiada: tenía las posibilidades y me fui. No fue una decisión ni política ni económica, simplemente pensamos en qué era lo mejor. Y lo que me pasó fue que en España era percibida justo como latinoamericana. Uno se sabe latinoamericana, pero no sabe lo que significa para España. Y no es agradable, no tienen un concepto positivo de los latinoamericanos en general. Eso me ayudó a entenderlo ahí.
Lo que me pasó en España es que en las calles me encuentro a mujeres de mis condiciones físicas mayormente como trabajadoras domésticas. Eso me causó un impacto muy fuerte. ¿Por qué tiene que haber esa estigmatización y por qué siempre tenemos que ser las mujeres latinoamericanas las que tenemos esos trabajos? Eso hizo que me interesara en los movimientos migratorios de una forma distinta.
-Algo de eso llevaste a tu literatura: en tu novela Casas vacías, por ejemplo, en un momento alguien dice a una mujer latinoamericana embarazada: ‘Vete a parir a tu país’. ¿La literatura para vos es un espacio para ese decir?
-Yo trato siempre de que mis personajes no sean yo. Me gusta complejizarlos y tratar de entender qué pasaría si fuera esa otra persona. A veces, también me gusta componer personajes que me caigan mal, que sus decisiones no me gusten, pero que funcionen para el universo de la historia. Pero recuerdo que eso sí me lo gritaron a mí, y me pareció impactante hasta en el momento en que lo escribí. Cuando lo viví fue: ‘Qué imbécil’, y seguí mi vida, pero hasta que no lo escribí no caí del todo.
A partir de Cenizas en la boca o de Casas vacías también había lectoras que me decían que eran hijas de migrantes, que era súper crudo lo que vivían. La literatura permite poner cosas que suceden en el mundo de una manera que, quien lo haya vivido y quien no, también, pueda sentirlo. La primera persona ayuda a ubicarte y a decir: ‘Ups, esto podría pasarme a mí’. Y cuando tú como lectora piensas eso, algo se te mueve y algo se mueve en el mundo.
-Pensaba en el concepto “casas vacías”. ¿Qué sentís que tiene que haber en una casa para que no esté vacía?
-En este momento creo que no debería de haber casas, tal como las conocemos. Soy más de preguntarme: ¿Y qué pasa si no hay papás y mamás? ¿Quiénes harían este trabajo, quiénes estarían dispuestos a dar su afecto para cuidar a las infancias? Me gustan esas preguntas porque creo que hay veces que las propias dinámicas del Estado nos hacen tener un pensamiento adultocéntrico en el que estamos pensando en cómo sortear nuestra vida y nunca pensamos en las infancias.
-Ese cambio de perspectiva sería especialmente importante para las mujeres, que son las más abocadas a la crianza. Y, como se lee en tus textos, las mujeres siempre vamos a tener que vérnoslas con la culpa, los mandatos...
-¡Y cansadas! Estamos cansadas y, la mayoría de las mujeres, empobrecidas y siempre tratando de responder a los mandatos sociales que no le sirven a nadie. Vivimos bajo mandatos que no le sirven a nadie y es dificilísimo vivir así. Los hombres son quienes ejercen las decisiones de poder, quienes ejercen el poder económico y, las mujeres, las que seguimos sosteniendo a toda la sociedad. Y los niños están ahí de forma periférica y a nuestro cuidado.
-Tenés una mirada cruda de la maternidad, como si las mujeres estuviéramos prácticamente obligadas a ser madres. ¿Esto empieza a cambiar con las luchas feministas?
-Podemos vivirlo con más cuestionamiento, pero no con más libertad. Hay una discusión que tenemos en España respecto a la libertad que tienes en ir a trabajar que recae en la cárcel de la mujer migrante que tiene que ir a cuidarte a tus hijos o a tus padres. Entonces, ahí no hay ningún avance. Lo que hay es una jerarquización entre mujeres. Eso es durísimo. No hay libertad, pero sí lo podemos cuestionar. El problema es que lo cuestionamos entre nosotras. Los hombres o las parejas no se lo preguntan. Y estás oprimiendo a otra mujer para poder salir a trabajar. Ese es el conflicto.
Ser madre o no ser madre sigue siendo el sino de las mujeres. Si no eres madre te preguntan por qué no eres madre. Si eres madre, te cuestionan qué tipo de madre eres. Todavía no podemos quitarnos ese peso. Pero es porque las maternidades son las que sostienen al Estado mismo. Sin las madres... si las mujeres decidiéramos no ser madres se caería el Estado mismo: es así de fuerte, pero es verdad.
-¿Cómo hacés para escribir, ser madre, estar en pareja...?
-Es parte de comprender que hay que hacer renuncias. Y que esas renuncias tienen un costo y que una tiene que asumirlo. Si hago esto probablemente mis hijas se enojen, o mi pareja. Siempre pienso costo/beneficio y creo que en el momento en que he decidido ejercer como escritora y exigir un tiempo para escribir, eso generó una dislocación en la forma en que venía funcionando la familia. Quien no estaba involucrado se ha involucrado y quien quiera irse se puede ir, y el que se involucre se puede quedar. Hay que ir estableciendo límites que son dolorosos, pero es la única forma para las mujeres.
Los hombres pueden o no tener costos, no lo sé, que nos lo digan ellos. Pero yo estoy en la posición de que, todas las mujeres que queremos ejercer profesionalmente, algo tenemos que saber: es que va a ser a un costo muy doloroso y que hay que asumirlo porque probablemente eso hará que las nuevas generaciones tengan un costo más pequeño.
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