Deportistas con discapacidad: historias que admiramos contadas en fotos

 

"En el año 2012, previo a los Juegos Olímpicos de Londres, me di cuenta de la escasa cobertura mediática que solían tener los Juegos Paralímpicos. Por eso, empecé a investigar primero y a contactarme con distintos deportistas para poder fotografiarlos y conocer sus historias", contó el fotógrafo. 

"Mi intención fue registrar distintos deportes recreativos y de alto rendimiento para apoyar a su difusión, siempre poniendo el foco en el deporte, en el espacio social de contención que genera el deporte y no en la situación de discapacidad".

Con el apoyo del programa de Impulso Cultural del gobierno de la ciudad de Buenos Aires y el mecenazgo de Banco Galicia concretó el proyecto con el objetivo de visibilizar y promover el deporte adaptado en Argentina -de forma competitiva y recreativa- a través de la historia de 20 deportistas con discapacidad que hacen eje en la inclusión.

Una de las retratadas es Daniela Giménez, tiene 31 años. Nació en Resistencia (Chaco) y nada desde los cinco años. Su primer torneo fue a los 11 y llegó a formar parte de los juegos paralímpicos de 2016, donde participan cerca de los 10 mejores del mundo de cada disciplina deportiva.

Daniela nació sin una mano y, en una época en las que escaseaba la información sobre derechos de personas con discapacidad y sus posibilidades, a sus padres les dijeron que su hija "iba a ser dependiente de alguien toda mi vida".

Ella recordó esto y agregó: "Por suerte no se quedaron con eso y se apoyaron mucho en personas que fomentaban mi independencia. Les recomendaron que hiciera deporte, y que fuera individual era bastante importante para que me pusiera yo sola los límites físicos".

Así fue que empezó natación. "Empecé a competir en cuanto me empezó a ir bien y no paré", relató la deportista.

 

Según contó, "el deporte adaptado no cambia y cambia, porque el reglamento es exactamente el mismo pero se adapta y existen códigos de excepción, que, dependiendo de la discapacidad o patología que tengas, estás exceptuado de hacer algo que dice el reglamento".

Por ejemplo, en el estilo de mariposa y pecho, "uno tiene que tocar la pared en la vuelta y la llegada con las dos manos (eso dice el reglamento). Yo tengo el código de excepción que dice que puedo tocar con una sola, pero que tengo que tener la intención de hacerlo con las dos. Entonces, tengo que estirar con el muñón y hacer de cuenta que voy a tocarlo. Y así con otras cosas. Son 12 códigos de excepción que considera a todas las discapacidades dentro del país".

Su aprendizaje fue más allá de la natación. "Tirarme a nadar a una pileta terminó decantando en que yo puedo cambiarle la percepción a un montón de gente sobre lo que es la discapacidad y el deporte adaptado. No solo a las personas desinformadas en el tema, sino a personas con discapacidad que nacieron en este mundo desinformado y poco accesible", reflexionó Daniela. "A mí me dijeron que no podía, pero aprendí y eso vale mucho más que una medalla".

La historia de Gabriel Cópola también forma parte de la galería visual. Tiene 39 años, es licenciado en Educación física y magister en Gestión de la Educación Superior. Trabaja como docente universitario y coordina un espacio socio-laboral en un hospital nacional.

Un accidente vial le provocó una fractura de columna y le dejó como secuela una paraplejía. A los 15 años, empezó a jugar al tenis de mesa: "Me enteré que se podía hacer ese deporte a través de un programa de televisión", recordó.

"El deporte implica en mi vida cotidiana una responsabilidad, porque le doy y le di muchísimo de mi tiempo y, a su vez, es una pasión que me permitió desarrollarme como persona, como deportista, en mi país y en el mundo", contó el tenista que participó de los juegos paralímpicos de Londres, en el 2012; Río, en el 2016 y Tokio, en 2020.

Por Eurídice Ferrara, gentileza para OHLALÁ!