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Maternidad: cómo reconvertir el deseo de tener hijos

¿Qué pasa cuando tuviste ganas de ser madre pero no se dio? Lejos de ser un final, puede ser una oportunidad de resignificarlo y darle un nuevo cauce.


Maternidad: cómo reconvertir el deseo de ser madre.

Maternidad: cómo reconvertir el deseo de ser madre. - Créditos: Getty



Quizás a muchas de nosotras nos haya tocado atravesar por años la búsqueda de la maternidad, invertimos un montón de esfuerzos –físicos, emocionales y hasta económicos– para buscar un hijo. Algunas lo lograron, pero también existe el lado B: otras tantas no pudieron, por diferentes circunstancias. En el mes de octubre celebramos el Día de la Madre y quizá sea una oportunidad para que tengamos una conversación profunda sobre maternidad. Sí, claro que esto también incluye necesariamente la no maternidad, ya sea por una circunstancia o por elección. E indudablemente aparecen algunas preguntas: ¿si tengo el deseo, hasta cuándo intentarlo? ¿El “rendirse” ante ese deseo es sinónimo de infelicidad? ¿Cuántos posibles finales felices existen y cómo ese deseo puede darles lugar a otros deseos, igualmente potentes y expansivos?

¿Cuándo decir basta?

Antes que nada, cuando hace tiempo que venís con el deseo de la maternidad y no se concreta, hay que saber identificar cuándo decir “basta, hasta acá llegué”. Soltar ese deseo puede ser un espacio de mucha oscuridad y muy angustiante, pero también aliviana la carga. También vale preguntarse si no venimos de una cultura en la que los mandatos sociales tales como “no bajes los brazos” determinan que esté mal visto “rendirse”. ¿Rendirse ante qué? Quizá sea sano aprender a escucharse y aceptar cuando el cuerpo y la cabeza ya no dan más. Hay que ser muy valiente para soltar un deseo de maternidad. Después de eso, suele venir un duelo de ese deseo. Porque no es solo duelar un hijo que no fue, sino también duelar el propio linaje, el nieto que no fue, el sobrino que no fue.

Paola Sassoon, psicoanalista especialista en fertilidad, profundiza: “Hay un movimiento que tiene que ver con retirar esa carga libidinal, esa carga de la energía que está invistiendo un proyecto en relación con ese hijo por venir y que no pudo ser”. Sin embargo, no es tan sencillo duelar una persona que no fue, y mucho menos explicárselo a los demás. Pero ese paso es necesario para hacer el proceso y seguir adelante. “Es muy complejo de explicar porque se duela algo que no existió, por lo tanto, es muy difícil de nombrar y comprender en el entorno social, son procesos muy internos a los cuales no es nada sencillo ponerles luz”, agrega María Agustina Capurro, psicóloga con orientación perinatal y reproductiva

Este paso, si bien es el más crítico y doloroso, es indispensable: es clave cerrar un proyecto en el que había puesta una ilusión, una expectativa. ¿Cómo se hace? Nuestras expertas recomiendan hablarlo e intentar poner en palabras lo que sentís, sea la emoción que sea: frustración, tristeza, culpa. Este cierre es un puntapié para abrir otra realidad que también puede ser de final feliz, pero con otra historia, que es de aceptación. Y a partir de allí, encontrarse con ese deseo para ver en qué se puede reconvertir.

El lado B de lo que no fue

Quizás hablar de “reconvertir” el deseo suene imposible, porque el deseo de un hijo no se puede reconvertir con nada. Pero la propuesta es aceptarlo y buscar otros deseos. Y también aprovechar para “cuestionártelo” un poco: ¿cuándo y por qué quise ser madre? ¿Realmente era mi deseo o era el deseo de otros –de una pareja, de la familia, de las amigas con hijos, de la sociedad–? ¿Estuvo, de alguna forma, condicionado por algún mandato cultural o familiar? Hay que resignificar ese deseo y mirar el lado B; estas preguntas merecen hacerse en un espacio terapéutico. “Me parece que es importante que cada mujer pueda parar la pelota y decir: ‘Pero bueno, ¿a mí qué me pasaba con este deseo?’. A partir de este último planteo se despliega todo un nuevo paradigma con relación a la mujer hoy en el siglo XXI, la mujer con sus propios deseos”, agrega Paola Sassoon.

¿Y ahora qué hago?

Una vez dilucidado si ese deseo fue genuino o no, también vale la pena revisar qué hacer con él. Porque, si bien ese deseo es irreemplazable, seguramente nacerán nuevos y es ahí donde hay que poner el foco. “Es un recorrido de autoconocimiento, en el cual hay que volverse a preguntar cuál es el deseo, qué es lo que se quiere y puede y cómo reconvertirse. Desplazar el deseo no significa reemplazarlo. Desplazamiento es poner a recircular ese deseo hacia lo vital, pero no lo reemplaza. Significa reorientar esa energía, gestar otros proyectos, poner a producir. Se debe producir un desplazamiento de toda la energía de lo que no pudo ser hacia otro lado”, dice nuestra experta Agus Capurro. Para esto es fundamental hacer una búsqueda de espacios y actividades que resignifiquen la propia vida, encontrar lugares donde conectarse con el disfrute y que no quede un vacío.

Maternar de otra forma

El concepto de maternar en sí mismo tiene varias miradas y cuestionamientos. Tiene que ver con cuidar desde el amor y desde la capacidad de establecer vínculos afectivos, pero también puede interpretarse como una imposición de cumplir un determinado rol como mujeres en la sociedad, entonces, si no maternamos hijos, tenemos que buscar alguna otra cosa para maternar. Para nuestras expertas, maternar tiene que ver con poder alojar al otro en un lugar en una y también que una misma tenga un lugar en ese otro, tiene que ver con la posibilidad de alojar, de contener, de acompañar. Bajo esta mirada, una sí podría maternar desde diferentes escenarios: con sus propias mascotas, con los sobrinos, con un proyecto laboral, incluso. Pero todo esto, siempre y cuando se haya transitado ese primer momento de duelo, como una operación simbólica y real. Eso es lo que va a permitir la reconstrucción, el poder poner el deseo en otro proyecto que tenga que ver con Eros, con la vida, con otros proyectos de vida. También es interesante la idea de “maternarse a una misma”, como un proceso de autoamor que implique encontrar los espacios de introspección necesarios para revalorizarnos y mimarnos.

Chau al "happy end"

También es fundamental replantearse el concepto de felicidad y de “final feliz”. Pueden existir muchos finales felices y no solo el que la sociedad nos impone como dominante. Aunque una mujer haya tenido el firme deseo de querer ser madre y no lo haya logrado, la buena noticia es que puede ser feliz. Porque la felicidad tiene más que ver con vivir en gratitud y apreciar lo que se tiene, valorarlo y honrarlo. Muchas veces, quedamos atrapadas en prejuicios y paradigmas –“sin hijos no se trasciende”, “uy, ¿quién te va a cuidar en la vejez si no tenés hijos?”– que nos impiden ver todo lo que sí tenemos. Hay que saber acompañar no solo los procesos reproductivos, sino también los procesos no reproductivos. ¿Y esto que significa? Significa visibilizar a estas mujeres, darles voz y contemplar un abordaje integral de la no maternidad por circunstancias, en el cual se sientan contenidas, escuchadas y acompañadas para atravesar las etapas que van desde aprender a decir “basta” hasta el duelo propiamente dicho, la aceptación, el reencuentro consigo misma y con su pareja (si es que la hay), el replanteo de sus propios deseos y de sus proyectos futuros. Ya sabemos que la vida no es como esos cuentos de hadas que terminan con el “y vivieron felices por siempre...”; igualmente, la vida sin hijos también puede ser maravillosa, colmada de desafíos y aventuras. Y que la vida nunca deja de girar.

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