"Perdimos un bebé": cómo hacer el duelo de manera amorosa y con aceptación
26 de septiembre de 2019 • 11:54
Créditos: Mariana Roveda.
Impotencia. Dolor. Vacío. Angustia. Tristeza. Desilusión. Infinitas sensaciones surgen en torno a la pérdida de un embarazo. Los que de algún modo lo "superan", cuando pueden hablarlo, dicen que es un golpe de knock-out: aparecen los pensamientos como "no voy a poder tener hijos nunca", "estoy fallada", "tengo un problema", "la culpa es mía", y otros del estilo que no solo angustian, sino que restan más de lo que imaginamos. Comprendemos la sensibilidad del tema, pero también podemos afirmar que se calcula que entre un 10 y un 25% de todos los embarazos se pierden. Por eso, no es sano acumular sensaciones negativas, sino sacarle dramatismo; si es necesario, tratarlo con un profesional y poner el foco en el futuro. Que hay. Y es inmenso.
De eso no se habla...
Se dice que una pareja pierde un embarazo espontáneo cuando se da en el primer trimestre. Cuando la pérdida es en el segundo o tercer trimestre ya no sería espontáneo. Esta es una diferencia importante. Y quizá la gran pregunta sea: ¿por qué es algo de lo que no se habla? Tal vez porque son temas que cuesta muchísimo sacar para afuera. Tiene que ver con que en un primer momento, con ese test de embarazo o beta positiva, todo es una gran ilusión. Y de golpe, por la causa que sea, se detiene la gestación y hay una profunda frustración, por ende, una desilusión. Hablarlo cuesta por donde se lo mire: con familia, amigos, incluso con los profesionales, y también es complejo mencionarlo en la pareja. La imposibilidad de tratar este tema tiene que ver con mostrar o dejar al desnudo un fondo directamente vinculado con la gran pérdida de ese proyecto tan anhelado y buscado: un hijo.
Él y vos, dos duelos diferentes
Cada miembro de la pareja lo vive de un modo completamente distinto; por lo general, al hombre le cuesta menos hablarlo, y suele sentirlo más como una pérdida de ella: "Necesitaba contener a mi mujer", "Sentí impotencia porque ella tuviera que pasar por eso", son algunas de las frases que se escuchan. Pasa que, al quedar embarazados, la pareja se instala en un éxtasis absoluto, sobre todo si fue un proyecto buscado. Al darse la pérdida, puede que uno de los dos lo viva con más tranquilidad y el otro quede hecho bolsa. En general, nosotras lo transitamos de otra manera porque, básicamente, somos las que ponemos el cuerpo. Entonces, siempre es aconsejable estar muy acompañadas. ¿Los dos están angustiados? Sí, siempre. Pero nosotras, al tener que atravesar una situación de mucha exposición con el cuerpo, quedamos en un estado de mayor vulnerabilidad. Hay hombres que a veces acompañan muy bien, a veces no tanto y, en muchos casos, nada, están totalmente ausentes. Por eso, es sumamente importante armar una red de contención para aquellas que están solas frente a los momentos en que se desencadena el aborto.
Las culpas, siempre las culpas
Ante un aborto, es normal que aparezcan los "¿qué hice mal?", "¿qué hago mal?", "¿por qué yo no puedo retener un embarazo?", "¿por qué las pérdidas?". Estas culpas juegan un papel que no solamente termina por angustiarnos más, sino que genera una encerrona en donde se termina creyendo que por algo que hicimos o pensamos –algo que tiene que ver con un pensamiento más del orden de lo mágico– terminamos provocando ese aborto. ¿Qué hay que hacer? Empezar a trabajarlo desde el análisis, en lo posible, con un profesional. Que nos ayude a notar que nos estamos poniendo en un lugar de mucha omnipotencia, como si realmente pudiéramos controlarlo todo, hacer y deshacer a nuestro antojo. Y no, hay cuestiones que tienen que ver con lo azaroso o con lo accidental que también, por desgracia, ocurren. Entender esto es un punto bisagra y una manera de aliviar de a poco cuestiones ligadas a puntos más primitivos, que pueden ser un viaje de ida, en el que la pareja termina sufriendo efectos colaterales que quizá no esperaba.
El impacto del golpe
Podríamos pensar la noticia como una especie de choque que puede producir dos efectos: unión o división; fortalecimiento o debilidad. Si la pareja logra compartir y procesar lo ocurrido –mediante el silencio, una charla o una actividad–, el dolor los puede revincular. Sería una apuesta a reconstruir la relación que quedó dañada, marcada, herida. En otros casos, ya no hay tela para cortar: autorreproches y reproches, diferencias que imposibilitan el diálogo y llevan a monólogos, depresiones muy marcadas, hacen que no quede espacio para revincularse. Las pérdidas marcan siempre; el "cómo" dependerá de los cimientos de cada pareja.
Volver a intentar
El tiempo para volver a buscar un nuevo embarazo lo marca una misma. ¿Un indicador? El deseo real. Que no es lo mismo que tener el anhelo de quedar embarazada. Lo segundo indica más un "llegué", "soy fértil", tiene que ver con un ansia caprichosa o con un reivindicar la frustración vivida. Por eso, lo más prudente y cauteloso es confiar hasta que el ferviente deseo de tener un bebé vuelva a nacer.
Herramientas para hacer el duelo
- Terapia: es clave contar con un espacio, ya sea individual o en pareja, para empezar a "desarmar" una situación que ha sido traumática.
- Hablar: sacar cosas que se callan, sirve para poder elaborar la pena. Nombrar el dolor con nombre y apellido es fundamental.
- No negar: desterrar la creencia de que lo que se silencia y/o reemplaza por otra actividad se va a ir, va a desaparecer mágicamente.
- Red de contención: frente a situaciones de dolor, es innato replegarse y meterse para adentro. Hay que respetar estos tiempos, pero también poder volver a hacer lazo con el afuera.
- Preservarse: luego de perder un embarazo salimos a la calle y vemos un mundo lleno de panzas y mujeres felizmente embarazadas, baby-showers y eventos de bebés. Puede pasar, ahí es importante preguntarse: "¿Tengo ganas de ir o solo cumpliría un mandato?". No hace falta exponerse ahora a imágenes que pueden sensibilizarnos más que nunca.
- Proyectar: conectarse con planes de vida: laborales, artísticos, familiares, eso enriquece mucho. Trabajar en los deseos que comiencen a surgir, de a poco y sin forzar, es siempre un paso al frente para poder cerrar las heridas.
Volver al sexo
Por la Lic. Paola Sassoon.
Frente a circunstancias de pérdidas, no solo se perturba el vínculo en la pareja, sino su vida sexual. Porque la libido, esa energía que rodea los momentos íntimos, suele quedar reducida a un DEBER. Y esto no tiene nada que ver con la posibilidad de conectarse desde un lugar genuino, movidos por el deseo real y por las ganas. Freud dice que cuando una persona está con un dolor de muela, todo se abstrae y queda reducido a esa situación de dolor. Cuando se está cursando un duelo, la tristeza acapara toda la libido de esa pareja y/o de esa mujer o de ese hombre. Por lo tanto, ¿queda espacio para la sexualidad? Muy poco. Entonces, hay que escuchar qué les pasa. ¿Cómo? Pueden reconstruir ese vínculo y permitirse esos momentos lúdicos y de disfrute. Porque también estos momentos suelen ser vividos con culpa: "¿Perdimos un embarazo y estamos disfrutando del sexo?". Hay un momento en el que esto se siente contradictorio, pero es importante para la pareja recuperar algo de esta intimidad que, justamente, puede potenciarlos y conducir hacia un lugar mucho más sano.
¿Cómo fue tu duelo?
- Natalia Milano. 36 años, Totoras, Santa Fe."Después de un embarazo que no pudo ser, decidimos ir a un centro de fertilidad e hicimos dos tratamientos cuyos resultados fueron negativos; pasamos por una gran tristeza. Es muy duro hacer el duelo, pero lo importante es darse tiempo de calidad en pareja y volver a ponerse de pie para seguir adelante, pensando en nuestro sueño de agrandar la familia".
- Romina Daniel. 43 años, Buenos Aires. "En lo personal, fue como una cachetada al alma. De inmediato en mi cabeza apareció la pregunta: ‘¿Podré tener más hijos después de esta pérdida?’. Pero sentí una fortaleza que desconocía y algo adentro de mí me dijo que tenía que estar bien. Después de unos meses quedé embarazada, en 2003 nació mi segundo hijo y en 2005, ¡mi tercera hija!".
- Melanie Caian. 36 años, Capital Federal. "Quedé embarazada en febrero y en mayo tuve pérdidas y me fui a la Guardia. Ahí recibí la peor noticia: se había detenido el embarazo y nunca me había dado cuenta. Pasé días de mucho dolor y preguntas sin resolver... No quería ni hacerme una ecografía por los recuerdos que me traía. Hablé mucho con los médicos, que me dieron esperanzas, y a los tres meses quedé embarazada de Oliver, mi primer hijo".
Expertas consultadas: Dra. Luciana Pisarenco. Tocoginecologa. @lucianitapisa. Lic Paola Sassoon. Psicoanalista (UBA). Especialista en fertilidad y maternidad. @paolasassoon.
Maquilló y peinó Ania Taniguchi para Vardo Management. Agradecemos a Micaela Galarce por su colaboración en esta nota.
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