Adiós Cachorra 2: te mostramos un adelanto del nuevo libro de Luchi Numer sobre vínculos amorosos
Si ya leíste el primer libro de "Adiós Cachorra", hay nuevas novedades: hoy sale a la venta la segunda parte de esta saga, en donde Luchi Numer explora el mundo de los vínculos amorosos en clave de ficción, con algunos conceptos de su método que es un boom en el mundo de las citas.
29 de abril de 2024
Hoy sale a la venta el nuevo libro de Luchi Numer, "Adiós cachorra 2" - Créditos: Gentileza Prensa
Si estás en el mundo de las citas, seguramente ya sepas el significado de lo que es "cachorrear" o "reinonear". Porque el fenómeno que se despertó a partir de los aprendizajes de Luchi Numer en el mundo de las citas amorosas y las relaciones hoy se convirtió casi en un nuevo dogma para muchas mujeres, que siguen atentas sus consejos y claves para plantarse desde el autoamor a la hora de vincularse con otros.
Luchi Numer, después de capitalizar sus propias experiencias y dolores en insights para compartir en comunidad, decidió llevar muchos de estos conceptos a una historia de ficción: el año pasado salió a la venta su primer libro llamado “Adiós Cachorra”, que fue número uno en el ranking de los más vendidos de la Argentina, y agotó varias ediciones. El boom trascendió las librerías y las fronteras: hoy Luchi brinda talleres a los que acceden mujeres de todas partes del mundo y también le escriben tantas otras, agradecidas, que le comparten sus historias de amores y citas exitosas.
Hoy sale a la venta "Adiós Cachorra 2", el libro que retoma la historia de las cuatro mujeres de la primera entrega -Oli, Ava, Isa y Lili-, que se unen bajo una causa común: nunca ser elegidas para formar una relación de pareja. Antes de que lo tengas en tus manos, te compartimos, como adelanto, el primer capítulo, como para que te enganches con la historia y luego corras a buscarlo - ya está disponible en preventa a $19.900 en este link-.
Así es el primer capítulo de "Adiós Cachorra 2"
Oli, Ada, Lili e Isa son las 4 mujeres protagonistas de la historia de "Adiós cachorra 2". - Créditos: Getty Images
THE MORNING AFTER
"We have a chance to find the sunshine, let 's keep on looking for the light".
Maureen McGovern
“¿Qué? Uuuhhhh, cómo me duele la cabeza, uf, qué ganas de vomitar, qué asco. ¿Qué hice?”, piensa Oli con los ojos entreabiertos, intentando despertar sin encandilarse. Logra ver el techo. Ya conoce ese techo, mira a un costado para ver si descubre dónde está. Tom. ¿Tom? ¿En qué momento? ¿Qué? Confundidísima, Oli frunce la cara intentando entender algo de lo que está pasando en esa cama. Un leve, pero no muy esclarecedor recuerdo se le viene a la cabeza. “Ay, dios, cierto... Anoche, champagne, el Sena”. Estira el brazo para ver si logra palpar su teléfono en la mesa de luz.
Lindo enfermero te conseguiste, kchorra. Avisá cuando te despiertes.
Es Ava. Ava sabe todo lo que pasó, necesita verla. O preguntarle a Tom, pero duerme profundísimamente.
“Le queda bien dormir con la boca abierta, nunca había presenciado un fenómeno tal”, piensa Oli mirándolo. Se pone al lado de su cabeza sin tocarlo para evitar que se despierte, saca una selfie y se la manda a Ava.
Acá con la única persona en el mundo a la que le queda bien dormir como Homero y con el cachete todo babeado. ¿Ké hice anoche me querés decirrrrrrrrr?
Con el cerebro desecado, el estómago revuelto y el pelo hediondo y pegoteado, sale de la cama para ir al baño cuando se da cuenta de que está completamente vestida. ¿Se metió vestida en la cama? ¿La metió Tom? ¿Tom volvió a verla quebrada? Respira hondo y mira para arriba recordando algunas partes. Derrotada confirma: efectivamente Tom la volvió a ver quebrada. Sí, señores. Se golpea la frente con la mano que deja caer por la cara mientras se la deforma para abajo. “Este chico debe pensar que tengo un problema con el alcohol. Pará, ¿lo tengo? No… Nah. El problema de no saber tomar, tengo. Tranquila, Olivia”. Da un paso y patea el balde gigante que Tom puso por si volvía a vomitar. “Volvía”, pensó. De repente, una oleada de recuerdos azota su mente y aclara la noche anterior: estaba con las chicas brindando con champagne, apareció Tom frotándole la espalda y sosteniendo el pelo mientras ella... PUAJJJJ, bueno, ya sabemos lo que estaba haciendo. De todas formas, se ve que Tom llegó tarde porque su pelo huele a muerte en este momento. Dddddddddduj, ahora me dan ganas de vomitar a mí. Oli, te pido, dejá de pasarte con el alcohol, escribir tus vómitos me revuelve la panza. Oli mira para arriba desconcertada y recuerda con mucha indignación:
—RITA. ¡¡¡Rita!!! ¿Por qué no apareciste antes? ¿Por qué no me frenaste cuando iba a tomar todo un vuelo transatlántico para ir a ver al boludo de Ben? ¿Por qué aparecés ahora?
Oli, ya te dije yo no puedo interferir en tus decisiones, es necesario que vayas entendiendo las consecuencias que traen tus acciones. Yo solo escribo este libro y vos escuchás mientras relato, no sé cómo llegamos a esto. Pero si vos no vas aprendiendo orgánicamente, no puedo hacer que hagas cosas que no tienen que ver con tu desarrollo. No es que soy la genia de la lámpara.
—A veces me das rabia, Rita —dice Oli revoleando los ojos mientras intenta acarrear su deshidratado cuerpo al baño.
Bueno, no estoy acá para que me quieras, querida. Oli llega al baño de casualidad. Se saca la ropa, se mete en la ducha y no voy a contar que vomitó otra vez en la ducha porque sería un asco. Pero bueno, ya lo conté. Qué asco.
—¡¡¡A MÍ TAMBIÉN ME DA ASCO, RITA!!! —grita Oli con un mal humor infernal, mientras intenta mantener el equilibrio apoyando una mano contra la pared y dejando que el agua corra por su espalda. Tocan la puerta.
—¿Me llamaste? —Es Tom.
—¿Ves lo que me hacés hacer, Rita? —masculla Oli, mirando con odio hacia arriba.
—No, no... Estaba cantando. —Se arrepiente automáticamente. ¿Cantando le dije? ¿Quién en su sano juicio canta en la ducha con la resaca infernal que tengo?
—Mmh, ok. ¿Estás bien? —responde Tom un poco incrédulo.
—¡Óptima! —miente Oli.
“No me creo ni yo todo lo que acabo de decir, pobre ingenua. Uy, no me voy a poner mi ropa, me marea”, piensa mientras mira sus ahora harapos desde la ducha.
—¡Tooooom! ¿Será que me podés prestar una remera y un pantalón? —grita mientras se frota la barra de jabón.
“Qué confianza que siento, eh, mirá cómo le grito y le pido cosas. Si Tom fuera Ben, saldría de la ducha enfundada en la toalla haciéndome la linda y sería capaz de llamar a Valentino para hablar con Sarah, pedirle que me arme un outfit y mandarlo a buscar en un Uber. Todo eso con tal de que no me vea con su ropa toda fea. Es que Tom en realidad no me gusta tanto, creo. ¿O será que Tom es tan bueno y le gusto así como soy y me da esta confianza? No sé. Creo que no me gusta tanto”.
—Sí, claro, ahora te paso —dice el bueno de Tom con tono complaciente.
Mientras Oli intenta desenredarse el pelo con la crema de enjuague de mala calidad que hay de cortesía en el Airbnb, Tom pregunta si puede abrir y dejar la ropa: un jean, una remera blanca y un buzo negro con capucha. Nada de toda esa ropa le quedará gigante a Oli. Nunca le queda gigante la ropa de los chicos. Esa fantasía de la mujer chiquitita y el hombre gigante no aplica a ella.
—Gracias, Tom.
Después de una larga lucha para suavizar su pelo con ese producto de dudosa marca, logra salir de la ducha. Se seca, se mira la aún derrotada cara en el espejo y decide que eso es lo mejor que puede estar en este momento. El jean le queda grande de cintura, le ajusta y aplasta la cola, y le aprieta en la parte de arriba de la pierna. Una cosa horrenda, no le va flojo y canchero como a las de las películas. La remera le queda enorme de espalda, pero se le estanca en las caderas. Lo único que le queda tipo oversize es el buzo, pero tampoco la pavada. Así que no está hot con la ropa del chico, más bien parece que no sabe elegir ropa adecuada para ella. Tom es de piernas flaquísimas y caderas mini, pero de espalda grande y brazos fuertes.
Oli sale del baño con el bollo de su ropa olorosa en brazos como si cargara un bebé. Tom la mira y se ríe descaradamente mientras barre el monoambiente con naturalidad:
—Qué mal te queda mi ropa.
Oli se mira, asume que realmente le queda horrible. Está a punto de reírse y recuerda que es mejor ser picante. Le dice:
—Lo que creo que tenés que hacer en lugar de burlarte de señoritas, son sentadillas con peso. Estos pantalones no te pueden quedar sueltos.
Bien ahí, Oli, en lugar de achicarte y sentirte mal con el chiste, le tiraste otro. ¡Así, sí! Lili estaría orgullosa. Tomá nota de eso, querida lectora. Tom se ríe.
—Tremendo palo me tiraste, yo solo te estaba haciendo un chiste con mi ropa. Igual te perdono. ¿Vamos a desayunar al sol?
Tom parece tener cero drama de autoestima. Claro, la gente sin problemas de ego no anda lastimando a otros. Solo las personas muy inseguras hieren, degradan, sostienen relaciones aun cuando la otra persona sufre, son infieles. Las personas inseguras necesitan reforzar su autoestima con la mirada de los otros, sin importar por lo que les hacen pasar. Como Ben.
—No puedo imaginarme oliendo un croissant. Mi panza no está apta para estar cerca de alimentos, de solo pensarlo me sube un calor impresionante al cerebro. Además, me escribió Ava. Seguramente tenga algún plan preparado para hoy, ella arma un brebaje mágico para la resaca y realmente lo necesito —dice Oli, todavía acunando la bola de ropa en sus brazos.
Tom, relajadísimo, la deja hablar. Nota que está aturdida y que nada de lo que él diga hoy va a caerle bien.
—Duj, qué asco comer. Qué asco caminar, qué asco el sol. Qué asco vivir. ¿Tenés una bolsa? La resaca me saca las ganas de todo. Eso que dijiste de la gente insegura lastimando es muy bueno, Rita. Pero ahora mi cerebro deshidratado no lo puede procesar.
—¿Rita? Tomá, es la única bolsa que tengo.
Tom le da una bolsa blanca de supermercado.
—Nada... no… no sé ni lo que digo. —Oli mira la bolsa. "¿En qué momento me convertí en una persona que anda con una bolsa de plástico por la calle con su ropa vomitada?", piensa. Agarra el celular y escribe:
¿Dnd andás Avi? Llegando al Pompidou, cachorra. ¿Venís? Je, dale, te veo ahí en 10.
Oli levanta la mirada, ve al lindo de Tom ordenando el cuarto sin remera. “Qué lindos brazos tiene este Tom”, piensa.
—Chau, Tom. La pasé lindísimo, sos muy bueno. Hablamos en estos días —dice Oli apurada y le da dos besos en las mejillas.
—No tenés registro de cómo la pasaste —responde Tom de forma burlona mientras levanta el balde del piso.
Mirando para un costado, Oli confiesa:
—Es verdad. Igual, gracias.
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