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Pareja: 7 claves para crear espacios de conversación

¿Por qué para nosotras charlar sale como si nada y para ellos se vuelve incómodo? Acá, algunas llaves para abrir el espacio al diálogo y hacer evolucionar nuestros vínculos.


Cómo abrir espacios de diálogo con tu pareja.

Cómo abrir espacios de diálogo con tu pareja. - Créditos: Getty.



Cansadas de buscar teorías entre amigas de por qué él hizo o dejó de hacer algo, nos proponemos parar y analizar qué pasa con la incapacidad que parecerían tener ciertos varones a la hora de decir en voz alta lo que sienten, lo que necesitan, lo que les gustaría sanar. ¿Qué se juega en ellos tan distinto a lo nuestro?

Para esta nota hicimos una encuesta en nuestros círculos más cercanos: la mayoría de los hombres consultados acerca de por qué les cuesta decir hablan de evitar el conflicto. ¿Qué significa esto? Que prefieren callar y que se les pase a enfrentar a la otra persona y que eso devenga en discusión. Esta mirada nos ayuda muchísimo a encontrar algunas herramientas para sacudir el paradigma e invitar a la reflexión. Y acá hay algo clave: decir en voz alta no es sinónimo de conflicto. No tiene por qué serlo. Cuando podemos elegir el contexto, las palabras y las formas de comunicarnos, nos convertimos en protagonistas del resultado que va a tener esa conversación. Primero, revisemos por qué a ellos les cuesta tanto decir.

Fucking Descartes

Desde Descartes y sus postulados filosóficos, muchas veces solemos valorar la razón por sobre la emoción. La razón aparece como la verdad absoluta por ser capaz de demostrar empíricamente su sustento y las emociones quedan ubicadas en lo intangible, lo incomprobable, incluso como ruido y cortocircuito para la razón. Por este motivo, existen frases como “no tengas miedo”, “en el trabajo no se llora”, “guardate lo que sentís y sonreí”, “el show debe continuar”. Parecería que las emociones tienen un lugar y un momento para poder ser manifestadas y si te encontrás fuera de esas coordenadas, estás desubicado. “Fucking Descartes” es un concepto acuñado por Clemencia González Silveyra que nos invita a reflexionar sobre este imperativo de la razón. Otro de los motivos es que no tenemos la suficiente educación emocional.Los humanos no sabemos exactamente cómo funcionamos. Algo conocen los profesionales de la salud mental, pero poco comprendemos los civiles sobre cómo y por qué operamos de tal o cual manera. Si recorremos la currícula escolar o incluso el contenido académico de la mayoría de las carreras universitarias, poco se explayan sobre qué es lo que nos hace humanos. La ironía es que para ejercer todas las profesiones, quienes están al mando ¡son humanos!

¿Cómo pesa la exigencia social?

Hacé vos misma este ejercicio: ¿qué es lo primero que pensás cuando te dicen “masculinidad”? ¿Qué palabras aparecen? “Fuerza”, “grandote”, “barba”, “protector”, “proveedor”. Cada una tendrá su asociación. Pero, lamentablemente, encontramos cierto patrón del significado de ser hombre. Nos lo enseñaron en películas, en publicidades, en cuentos. Y aquel que no cumpla con alguna de esas características va a sentirse muchas veces excluido de su especie. No hay mayor miedo para un mamífero que la amenaza de exclusión de su propia tribu. Es casi biológico. “No seas maricón”, “los nenes no lloran”, “tenés que ser fuerte”, “no tengas miedo”, “¿y cómo vas a mantener a tu familia?”, son algunas de las declaraciones que se les dicen a los hombres al crecer. Incluso, si vos te ponés a pensar: ¿cómo describimos a un hombre que habla mucho de su universo emocional? Emociones y masculinidad parecerían ser excluyentes para la mayoría. Y ahí está la clave del cambio: integrar ambos universos.

Claves de gestión emocional

Imaginate que estás al volante y, de repente, se enciende una luz en el tablero de tu auto. Puede ser la nafta, una puerta abierta, el agua. ¿Qué hacés? Sencillo: cargás nafta, cerrás bien la puerta, le agregás agua. Las emociones básicas (miedo, vergüenza, ternura, enojo, alegría, tristeza, asco, calma e interés) tienen la misma función en nuestro cuerpo: son ciertas señales para avisarnos que una acción es requerida para seguir funcionando. Estas pueden dividirse en agradables y desagradables. Las primeras nos piden que hagamos más de eso que estamos haciendo y las segundas, que paremos. Sin ellas, moriríamos. Por lo tanto, eso que sentís es necesario para accionar. Dejar de expresarlo no va a eliminar el sentir, solo va a generar contracturas, problemas para dormir, granitos, que se caiga el pelo o todas las anteriores juntas. Si todos supiéramos cómo funciona nuestro universo emocional, aprenderíamos a gestionar y expresar nuestras emociones en pos de vivir mejor.

¿Y entonces?

¿Cómo podemos, desde nuestro lugar, acompasar, educar, acompañar a decir en voz alta? Primero, está bueno aceptar que cada persona expresa lo que siente como puede, como le sale (¡a veces es haciendo deporte también!). No tenemos que forzar nada, pero hay formas de propiciar espacios para el diálogo. La clave es la empatía, las conversaciones poderosas que se dan en contextos constructivos y, por sobre todas las cosas, priorizar los vínculos. Pensá en dos círculos: en uno está lo que vos pensás; en el otro, lo que piensa él; y en la intersección de ambos, lo que elegimos decir en voz alta. El vínculo se forma de nuestras conversaciones. Más pensamos o sentimos y no decimos, más se achica el vínculo y lo mismo al revés.

Llaves prácticas para el diálogo

  1. 1

    Contale tus expectativas. En toda conversación, subyace la pregunta de qué quiere el otro de mí. Al momento de sentarse a hablar, una buena idea es explicitar por qué es importante para vos que él pueda expresarse. 

  2. 2

    Podés dar el puntapié inicial. Arrancá con algún tema que le interese a él y después seguí con lo que vos querías hablar. Dejá atrás toda actitud crítica y no interrumpas.  Tiene que sentirse escuchado, para que le den ganas de hablar. 

  3. 3

    Hacé preguntas abiertas. En lugar de buscar respuestas “sí” o “no”,  si pregunto: “¿Qué pensás de nuestra discusión de ayer?”, “¿qué podemos hacer para disfrutar del viaje?”,  le doy la posibilidad de comunicarme su punto de vista. 

  4. 4

    Activá la escucha activa. No completes los baches de lo que te dice con lo que vos imaginás. Si no entendiste algo, buscá clarificarlo. 

  5. 5

    Elegí el momento y el lugar. No es lo mismo hablar en el auto, con los chicos atrás, que solos en una cena de pareja. Subrayale que el único modo de arribar a ciertas ideas es con el diálogo. 

  6. 6

    Primero dale tiempo para que reflexione sobre sus emociones: ¿qué estoy sintiendo hoy?, ¿por qué creo que siento esa emoción?, ¿qué necesita esa emoción para lograr el objetivo que tenía? Luego, invitalo a conversar y comenzar con la frase  “estoy sintiendo que.../me siento.../siento que...”. 

  7. 7

    No lo fuerces. Como vimos, la relación de hombres y mujeres con el hablar es diferente. Si no está fluyendo, dejalo para otra ocasión. A veces, no somos nosotras la persona que necesita para hablar ese tema. 

  8. 8

    Con los hijos varones, está bueno invitarlos a expresarse desde chiquitos. A la hora de dormir, pueden repasar juntos cómo fue ese día, qué hicieron, qué sintieron, qué los entusiasmó, qué no les gustó tanto. El diálogo es una práctica diaria y continuada en el tiempo.

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