¿Tenés miedo a enamorarte?: una caja de herramientas para abrir el corazón
Enamorarnos siempre saca a flote nuestra historia personal, nuestras marcas, recuerdos y, muchas veces, nuestros temores. Te acercamos herramientas para que pierdas algunos miedos.
14 de junio de 2024
¿Tenés miedo a enamorarte? - Créditos: Getty
Y sí, aunque por momentos extrañábamos ser dos, nos habíamos acostumbrado y acomodado a la individualidad. El trabajo, el día a día, la vida de a uno, de a poco todo estaba empezando a funcionar así. Manejábamos horarios a nuestro antojo, armábamos y desarmábamos planes según nos pintaba. Sin grandes vaivenes emocionales, la cosa no estaba tan mal. Hasta que conocimos a alguien y, lejos de estar felices..., entramos en pánico.
Mariposas en la panza, nervios, excitación. Flotar en una nube, reírnos por cualquier pavada, sentir que esa persona es única y especial, con todos los riesgos que esto implica. Porque sí, para enamorarse también hay que ser valiente. Valiente para abrirnos a algo nuevo, para descubrir el mundo del otro (con sus lados A y B, lo hermoso y lo no tanto), para arriesgarnos a sufrir y para depositar en otra persona lo más sensible y delicado que tenemos, que es nuestro corazón.
Por eso, no es raro que estemos asustadas, llenas de incertidumbre y miedo cuando sentimos que estamos entrando en ese estado y esa sensación de estar perdiendo el control. Porque enamorarnos siempre arrastra historia, y las marcas que nos hayan quedado de vínculos anteriores (románticos o de cualquier tipo), si no fueron correctamente elaborados, forman una capa defensiva que está llena de pequeños miedos: a repetir historias o a volver a vivir aquello que nos dolió y lastimó.
¿Fobia a enamorarse?
Parece increíble sentir miedo por algo que puede hacernos tanto bien, pero existe. La filofobia –del griego philos (amor) y phobia (miedo)– es una patología real y, hoy en día, cada vez más escuchada. Es un miedo inmenso e irracional a tener una pareja o empezar una relación estable. Se manifiesta con diferentes síntomas físicos tales como ataques de ansiedad, nerviosismo, irritación extrema ante situaciones cercanas a la intimidad y terror a establecer un vínculo duradero. En estos casos, lo más importante es identificar la herida emocional no sanada del pasado, para así saber de dónde viene y trabajar las causas. Obviamente, no cualquier miedo al amor es filofobia, por eso es importante consultar con un terapeuta profesional que pueda dar el diagnóstico y tratamiento adecuado.
El amor en tiempos de redes sociales
Una foto con filtro, una historia en una playa idílica, un perfil en una app de citas, un like. El contacto hoy en día es tan posible como efímero y fugaz. Nos gusta lo que vemos, lo expresamos, llenamos de corazones y comentarios, pero al día siguiente pasaron tantas cosas que eso quedó antiguo y ya no nos interesa más.
Pero, así y todo, cada tanto algo nos llama la atención y creemos que podemos llegar a construir algún vínculo, y damos un par de pasos y nos ilusionamos, pero la virtualidad dista tanto de la vida real que, entonces, volvemos a caer. Y claro, luego de varios de estos vaivenes (que se suman a nuestras historias personales), terminamos muertas de miedo y sin poder ni querer confiar.
La clave en esta calesita de estímulos ilimitados es tratar de identificar lo que nos es afín y nos resuena. Porque las redes ofrecen mucho, pero es fundamental, cada tanto, hacernos esta pregunta: ¿elijo esto? ¿Está en línea con lo que quiero y deseo? ¿Me representa?
¿Cómo detectarlo?
No es novedad que muchas veces nos inquiete lo nuevo o tengamos miedo de sufrir, pero atentas, quizás estemos autoboicoteándonos por demás.
Por eso, si alguna de las situaciones que describimos a continuación te resuena, seguramente sea momento de parar la pelota y pensar: “Tengo mala suerte”: nos enganchamos con el que no está disponible, el que desaparece o el inalcanzable. Si este patrón se repite en nuestras vidas, STOP. Es una red flag.
“No paro de buscarle defectos”: la cabeza puede ser nuestra peor enemiga y suele estar llena de miedos e inseguridades, ¡entonces ojo! Estemos atentas y no nos dejemos engañar por nuestros propios trucos.
“Tengo síntomas físicos en la intimidad”: dolores de cabeza, de panza, taquicardia, el abanico es interminable y angustia. Identificar cuándo empiezan y qué los dispara es clave para empezar a trabajarlo.
“Provoco conflictos en donde no hay”: sin poder tolerar el acercamiento o algún lindo momento de a dos, reaccionamos por detalles que luego son imposibles de frenar. Estemos despiertas, conozcámonos, sepamos cuáles son nuestros miedos e incomodidades, es un primer paso para no sobrerreaccionar.
“Siempre cancelo a último momento”: mucho trabajo, una gripe o esa amiga que llegó sin avisar. Hay veces que, cuando se acerca la hora del encuentro, no podemos con eso y nos llenamos de excusas difíciles de creer. Seamos previsoras, hagamos planes posibles, conociéndonos y entendiendo nuestros límites.
Tu caja de herramientas para superar
Te proponemos algunas claves para salir del miedo y poder entregarnos al amor.
Sinceridad: la comunicación es un factor clave, y no hay nada más lindo que la transparencia y la sinceridad. Hablemos, contemos lo que nos pasa, confiemos en que el otro va a saber entendernos y acompañar ese proceso.
Un día a la vez: tener grandes planes o proyectar a largo plazo puede ser muy angustiante cuando pasamos por una etapa de miedo a la intimidad. Vayamos paso a paso, sin exigirnos.
Expresar los miedos: con amigas, familia o un terapeuta, hablar de lo que nos pasa y traerlo a lo consciente es fundamental.
No encerrarse: hay veces en las que estos miedos nos aíslan. Evitemos caer en eso. Veamos amigas, hagamos cursos o participemos en encuentros que nos conecten con la vida.
Más autoamor: creernos poco merecedoras de alguien que nos quiera nos aleja de una posible relación. Trabajemos en terapia nuestro autoconocimiento y autoestima para poder abrirle la puerta a un vínculo sano. .
“Le tenemos terror al desamor”, por Pata Liberati
No le tememos al amor, le tenemos terror al desamor. Al rechazo, a no ser correspondidas, y eso nos pone un freno a la hora de vincularnos.
Nos enseñaron que el amor se recibe de los otros y eso nos impulsa a querer controlar lo que le pasa a nuestra pareja, lo que esa otra persona siente. Y es así como empieza el drama y el miedo: cuando, por temor a sufrir o a “amar y ser lastimadas”, empezamos a poner nuestra atención en el otro; nos desenfocamos.
Lo que nuestra pareja hace, dice, manifiesta, son señales que pueden orientarnos internamente, señales que despiertan confianza o activan algunas red flags.
Ante esas emociones, nos tentamos con reclamarle cambios, cosa que no está mal, pero que hace totalmente ineficiente mi camino a superar el miedo al amor (o al desamor).
¿Qué pasaría si nos enseñaran a ocuparnos principalmente de lo que sentimos? A esta altura de la historia, sabemos que el amor proviene de nosotras mismas; de hecho, el único amor que podemos experimentar es el que sentimos. El amor de los demás no podemos gestionarlo, ni provocarlo, ni hacerlo terminar.
Cada persona es gestora y soberana del amor que siente. Conocer lo que sentimos y lo que deseamos experimentar en un vínculo es el mejor antídoto para perder el miedo al amor.
¿O debería decir al desamor?