Selección argentina: el rol clave de las mujeres de los jugadores durante le Mundial
Entre las palabras que decimos y el mundial que ganamos.
20 de diciembre de 2022
Anto Roccuzzo y Lio Messi después del partido. - Créditos: Getty
Botineras
Una botinera es, y copio y pego la definición que primero aparece en google, una “Mujer casamentera que concurre a locales bailables frecuentados por jugadores de fútbol, con intenciones de ligue sexual, romance o, en el mejor de los casos, matrimonio ventajoso”.
Si este mundial hubiera sido hace unos años, no tantos, esa palabra hubiera estado muy presente y no solo en conversaciones privadas o en programas de chimentos… otra vez, alcanza con googlear. ¿Cartera de marca? ¿Maquillada en un partido? ¿Salió en la foto delante de la madre del jugador? Y podría seguir por párrafos y párrafos.
En estos días conocimos un poco más a las parejas de los jugadores de la Scaloneta, que claro que no son todas iguales ni tienen por qué serlo, y yo, que trabajo con las palabras, no encontré, ni en las zonas escabrosas de redes como TikTok o Twitter, un uso ni siquiera reducido de la palabra. ¿En dónde quedó? ¿Cancelamos el término o cancelamos a los que lo usan? Y nosotras, ¿lo usamos alguna vez?. Volvamos a mirar.
El mundial
Estas últimas semanas fuimos, siempre de a “un pasito más”, construyendo un sueño de fé en el que poco importaba si conocíamos el reglamento o habíamos mirado fútbol desde el último mundial. Es que la épica que los argentinos le ponemos a todo parecía tomar cuerpo y hacer goles. No queríamos porque puede doler, pero nos volvimos a ilusionar.
Y como venimos practicando la sororidad y la empatía, pudimos ponernos un poco, también, en los zapatos (carísimos, sí, pero qué importa) de ellas. Si nos dolía la panza, imaginate a estas mujeres, tendrían que haber escupido las tripas mil veces. Si nos angustiaba la angustia de nuestros hijos durante los penales, imaginate a ellas mirando a sus hijos.Si sentimos la tristeza de nuestras parejas cuando su equipo pierde… Y así con todo.
Claro que son mucho más que “las mujeres de”, algunas son profesionales, otras mega empresarias, pero si alguna no lo es, no sea cosa que también nos exijamos entre nosotras éxitos y cocardas, eso no le quita ni un poco el peso del bien ganancial que llevan todas: que su tiempo de familia, su pareja, sus proyectos y los abrazos estén relacionadas, o incluso dependan, de la presión de un país.
Y así, casi sin darnos cuenta, dejándonos llevar por la evidencia de la bondad de ciertas miradas, apoyamos a la que dice que tiene un bloc en dónde anota a los periodistas que hablan mal de su marido para no darles notas, entendimos a la que llora en las gradas, a la que abraza a los hijos, a la que se viste siempre igual por cábala, a la que grita desaforada y, no sé cómo pasó, pero sentimos como un acto de justicia que ellas también levanten y besen la copa. Es una fiesta de todos que no tuvo costos, a pesar del dolor de panza, ni para vos ni para mí. Pero para ellas, sí.
Campeonas
Claro, porque acá no se romantiza nada, que hay millones de mujeres anónimas con el mundo a diario sobre sus hombros y sin tanto presupuesto para gestionarlo, pero me gusta que se les reconozca el nivel superlativo de ovarios a estas, acá y también, mientras cantamos “muchachoooosss” y aplaudimos jugadores.
Y claro que incluso ahí, además de esposas y novias, hay madres, cocineras y parejas del equipo técnico. Pero vuelvo a la palabra, en desuso, que me disparó esta columna: Botinera.
Celebro que ya no se escuche. Que ya no se diga. Que ya no la nombremos. Porque si bien el resto del universo, con sus problemas, no desaparece, las palabras crean mundos y también pueden destruir los que ya no nos quedan cómodos.
Algunas cosas parecen cambiar para bien y eso, al menos yo, lo sumo a los festejos. ¡Ojalá nos dure esta voluntad mundialista de mirarnos con amor! Y sino, que al menos recordemos que, como para seguir rompiendo prejuicios, a veces ganamos y también aprendemos.