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Relaciones: descubrí si estás noviando o maternando a tu pareja

En las relaciones, a veces hay riesgo de ocupar el rol de mamá. Chequeá si estás más cerca de prepararle una cena romántica o “la vianda del cole”.


¿Estás maternando a tu pareja?

¿Estás maternando a tu pareja? - Créditos: Getty



No hay culpables porque este tipo de vínculo se da en conjunto: hay una pareja que necesita ser el hijo y alguien que asume la posición de cuidador. Se juntaron el hambre y las ganas de comer, ¿te suena? En general, estos dos roles son complementarios, no empieza en uno o en otro, sino que se da casi en simultáneo.

Dos que, inconscientemente, se buscan y se necesitan. Regularmente, en las mujeres sucede cuando tuvimos un tema pendiente con nuestra propia madre –de abandono o que te faltó de ella en la infancia– pero también puede ser fruto del exceso de lo que aprendimos de ella y tendemos a convertirnos gradualmente en la mamá de nuestra pareja.  

Sin darnos cuenta, ponemos en juego funciones maternales en la seducción y, no por casualidad, se nos acercan hombres que están dispuestos a buscar una cuidadora que les permita ser menos responsables y más libres. Así, comenzamos a asumir lo que se entendería como el amor cariñoso, el cual puede ir subiendo al punto de llegar a resolverle todo: lo perseguimos, nos preocupamos, nos volvemos controladoras.

Peligro en puerta

No te sorprendas cuando tu pareja –la misma que al principio no podía despegarse de vos y te whatsappeaba hasta la madrugada– ya no quiera pasar tanto tiempo juntos porque nadie quiere estar con una mamá 24/7. Es importante identificar cuándo se nos disparan los comportamientos maternales. Algunos indicios más comunes son: 

  • Sobrepreocuparte. 

  • Asumir responsabilidades del otro. 

  • Hacerle todo. 

  • Querer “empujar” las cosas que no fluyen (el famoso “remo sola”). 

  • Convertirte en su terapeuta o coach de vida. 

¿Estás maternando a tu pareja?

¿Estás maternando a tu pareja? - Créditos: Getty

Es cierto que se siente bien ser la Mujer Maravilla, el problema es que llega a un punto que experimentás una tremenda sensación de vacío, de “también necesito que alguien me ayude”, pero eso no existe porque quedó instalado que tu papel es ser una excelente madre.

Porque, además, este tipo de personalidad no solo está pendiente de la pareja, sino que vive adoptando hijos por el mundo en forma de amigas, alumnas, vecinos o compañeros de trabajo. Siempre encuentra a alguien a quien maternar como si buscara una autorreparación de los demás a través de sí misma.  

Atenti con las red flags

Maternar a la pareja puede ser la semilla que da fruto a una relación de codependencia, en la que una se vuelve muy necesaria para su pareja, pero, en realidad, lo que quiere es ser amada. Podría pasar que te empieces a preguntar: “Pero ¿cómo?, si yo le di todo lo que necesitaba, ¿qué pasa que no está respondiendo a mis ilusiones? Siento que no me ama”.  

Sucede que cuando esta dinámica se instala, es sumamente deserotizante porque ya no es más pareja, sino que hay una relación de desigualdad en la cual alguien quedó en una posición de hijo y otro de cuidador, y eso no es muy erótico. No busques que te necesite, sino que te ame por quien sos. 

¿Cómo reconocer que tu pareja no se está sintiendo bien? Poné el foco en sus reacciones: constantemente está huyendo de una situación, te evade o las conversaciones se van volviendo netamente operativas. 

¿Cómo saber si ya cruzamos la barrera? 

Lo primero tiene que ver con el control, que puede ser pasivo o activo. En el pasivo se ejerce más la manipulación; por ejemplo, “vos hiciste tal cosa, yo hago aquello”. Sería la mamá piola que maneja los hilos desde un lugar más “pata” y menos visible. Le revisa cosas, las redes, el teléfono, los bolsillos, los cajones, el auto, investiga a su entorno en lugar de preguntarle directamente al “hijo”.

Un estilo muy dañino porque ni siquiera la misma persona que lo está ejerciendo se da cuenta de su toxicidad. En cambio, el control activo va peleando todo el tiempo: lo persigue, lo llama, le pregunta a qué hora se levantó; el “llamame cuando llegues”. 

Claves para cortar el cordón

  • #Darle más autonomía y libertad: para que tome sus decisiones y, en el caso de que no lo haga, incitarlo a que esto suceda. Básicamente, tratar al otro de igual a igual. Pareja viene de “par”, tenelo presente. Otro rasgo para saber si estás al límite de “cambiarle los pañales” es reconocer si estás asumiendo responsabilidades que le corresponden exclusivamente a tu pareja. Ojo, que compartan tareas, economías, el cuidado de los hijos o mascotas está OK, pero muy diferente es que las responsabilidades propias del otro te las cargues vos. ¿Ejemplos? Sacarle los turnos para el médico, comprarle o elegirle la ropa, armarle las valijas cuando se van de viaje, avisarle de fechas importantes. 

  • #Dejá espacios para que tu pareja se ocupe de lo suyo. Puede que al principio se queje o no lo haga porque ya creaste un monstruito acostumbrado a que “mami” le solucione todo, pero no te preocupes, que cuando ya no le quede más ropa limpia o planchada, si es una cuestión de necesidad propia, tarde o temprano va a asumir su rol.  

  • #No intentes llevarlo todo el tiempo a la versión que vos querés de él. Sería como ponerte en hiperexigente y quemarlo con cuestionamientos del tipo “tenés que ser exitoso” o defenderlo ante el universo como una madre sobreprotectora. Un ejemplo límite puede ser armarle el CV y mandarlo a lugares donde, según vos, él debería estar trabajando. 

  • #No te metas en sus cosas (si él no te lo pide). No te vuelvas, para decirlo en criollo, la clásica “metida”. Una cosa es tener una charla para ayudarlo a decidir cuestiones que él te permita y otra muy diferente es querer resolverle la existencia. Cuando elegís por él, automáticamente te estás convirtiendo en su mamá, su terapeuta o su jefa.  

La regla de oro 

Una fórmula posible es seguir esta ley infalible: solo darle ayuda a quien nos la pide, pero eso tampoco significa que estemos obligadas a dar esa mano. No complacer solo por nuestra adicción a ofrecernos por demás, sino ayudar si es que podemos y queremos. Recién ahí te convertís en dueña de tu vida, sin caer en el rol de maternar a tu pareja. Es fundamental aprender a poner límites y decir “no” cuando así lo deseás. 

¿Vas camino a recibirte de novia-mamá?

Si te sentís identificada con alguna de estas conductas, podría ser que pronto tu pareja, en lugar de pedirte una noche de pasión, te pida “upa”.   

- Justificarlo en todo. “Pobre, trabaja todo el día, yo puedo hacerlo por él”; atenti si estás usando el mismo eslogan para hacer las compras, lavarle la ropa, jugar con los hijos de ambos o lo que sea.  

- Tratar de solucionarle cualquier problema. Desde cargarle las cosas en tu cartera cuando salen hasta amigarlo con su hermano. 

- Sos su secretaria. Le vas recordando toda su agenda, “¿pediste turno con el médico?”, “¿llamaste a tu papá por su cumple?”, desde eso hasta responderle sus mails o arreglarle la vida social. 

- Hablarle de modo imperativo. En vez de sugerir o preguntarle las cosas, darle órdenes. 

- Tener la agenda abierta. Estás con tu disponibilidad al cien por ciento a merced de él, tipo “mami Uber”. 

- Querer cambiar su imagen. Empezar a elegirle la ropa o el corte de pelo porque no te gusta su look.  

- Criticarlo en situaciones sociales. Repetir frases vergonzantes como “no hagas eso”, “no hables así”; en fin, tratarlo como un niño.

 

Expertas consultadas:

Lic. Andrea Déborah Indij. Psicóloga especializada en dependencias afectivas. @lic.andreaindij. 

Dra. Graciela Moreschi. Médica psiquiatra. @gracielanormamoreschi. 

Lic. Alaleh Nejafian. Psicoanalista. @alalehnejafian. 

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por Redacción OHLALÁ!


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