
La sexualidad nos acompaña toda la vida
La sexualidad es como una escolta o una brújula que nos conduce por los caminos de nuestros deseos. Uno tendría que ser el mejor compañero sexoafectivo de la vida de uno mismo, nuestro principal vínculo.
3 de marzo de 2025

Autoamor: uno debería ser el mejor compañero sexoafectivo. - Créditos: Getty
La sexualidad es una faceta importante del ser humano. Se trata del conjunto de condiciones fisiológicas, anatómicas y mentales que caracterizan a cada sexo, además de las construcciones socioculturales, las identidades, los roles de género, la intimidad, la orientación sexual, etc. El erotismo tiene que ver con el deseo, con el apetito sexual y la propensión al placer.
Decir que la sexualidad nos acompaña durante toda la vida es tomarla como una escolta o una brújula que nos conduce por los caminos de los deseos, los sentimientos, las fantasías y los obstáculos, entre otros aspectos. Ahora bien, también es al revés: las personas nos posicionamos como una compañía de la sexualidad si la recibimos y nos permitimos descubrirla, alojarla, sentirla, disfrutarla, resignificarla y estamos abiertas para poner en tensión lo lúdico, lo disruptivo, novedoso y los goces allí justamente en juego.
Cuando me refiero a “toda la vida”, es porque la sexualidad asoma desde que venimos al mundo hasta que llegamos a ser adultos mayores. Se manifiesta, se desarrolla y desenrolla con modificaciones conforme el paso del tiempo en los cuerpos, estímulos, gustos, acompañados de otros o desde el auto-acompañamiento. Es decir, el erotismo como pulsión de vida continúa y varía con los años, ya que la movilidad es una característica de la sexualidad, y ese rasgo de no fijeza, de transformación lo comparte con la construcción-deconstrución-reconstrucción identitaria. La labilidad tiene que ver con lo poco estable, lo volátil, lo movible.
La práctica de lo sexual motoriza partes neuronales y químicas en los seres humanos. La curiosidad para activar en la intimidad con otro implica poder relajarse para compartir placeres en los encuentros con alguien afín. Esos momentos saludables son a preservar ya que hacer lo que uno quiere implica un disfrute, algo que se siente como positivo. Por otro lado, muchas personas acceden a descargas sexuales y eso las ayuda a salirse de lo que las abruma.
Ahora bien, tampoco habría que idealizar al sexo, no existe la perfección en esa u otras esferas humanas. En la cama también suele emerger lo sintomático, los escollos o las dificultadas (disfunciones sexuales, “ausencia de piel”, etc.) que llevan a presiones y frustraciones propias y ajenas. Pero lo fundamental para eso es, como siempre, poner palabra, conversar con el compañero sexual para mejorar lo que a uno o al otro le disgusta, charlar y accionar también para sentir un bienestar físico y psíquico, no reprimiendo nuestros intereses, aunque resaltando una sexualidad adulta y consensuada, si es que nos referimos a una sexualidad vincular.
Por último, es de sustancial importancia autoconocernos y redescubrirnos en cada encuentro autoplacentero con unx mismx. Nuestra libido, energía sexual es la que nos acompañará siempre, más allá de sus bemoles y alegrías.
Deberíamos contemplar, entonces, que uno tendría que ser el mejor compañero de ruta o sexoafectivo de la vida de uno mismo, el vínculo principal de nosotros mismos. Si se suman otros, mejor.
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