¿Viajar con niños o mini adultos?
Jose de Cabo, en esta nueva columna, nos revela situaciones que atraviesa con sus hijos pequeños, cuando la acompañan en viajes de trabajo. ¿Somos intolerantes con las infancias?
20 de febrero de 2023
Viajar con niños: ¿por qué les pedimos que sean mini adultos? - Créditos: Getty
Tengo la suerte y el privilegio de tener un trabajo que no solo amo, sino que me lleva de viaje por muchos lugares con frecuencia. Sólo el último año estuve en Mendoza, San Juan, Montevideo, Qatar, Santa Fe, Rosario, El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Córdoba. Uf… y seguro que me olvido de algún lugar. Para este año ya tengo fechas para estar en México, Panamá, Honduras, El Salvador, Uruguay, Chile, España, Nicaragua, Colombia, Perú, Ecuador, Inglaterra, Paraguay. ¿Se agotaron? Yo, también.
Además de viajar y conocer lugares bellísimos y gente hermosa, tengo la dicha de viajar con mi pareja. Entonces, cada viaje se convierte en una aventura que nos resetea y nos conecta de manera diferente, fuera de la rutina y las corridas diarias. Poder disfrutar del éxito laboral juntos es una magia indescriptible. Compartir comidas ricas, charlas ininterrumpidas, aviones y trenes. Todas situaciones que nos unen un poco más cada vez que viajamos.
Así como cada viaje se convierte en una aventura, se convierte, también, en un tetris de logística importante. Cada vez que salimos de casa por varios días, tenemos que organizar la situación 'hijos': si se quedan, con quién se quedan, dónde, qué comen, si hay cumples, clase de tenis o baile, amigos, etcétera, etcétera, etcétera. Por fortuna, tenemos una red que nos sostiene y nos permite que todo siga funcionando -casi- con normalidad.
Hace un tiempo decidimos que, a algunos viajes, nuestros hijos iban a venir con nosotros. En los que se pudiera, ellos iban a ser parte. Por varios motivos, pero sobre todo para que sientan que son parte de nuestras aventuras y que participar de eso les dé algo de estabilidad emocional.
El problema es que, entonces, esos viajes dejan de ser aventuras en pareja para convertirse, básicamente, en un caos absoluto. Porque una cosa sería viajar con ellos por placer, poder prestarles atención, recorrer lugares, disfrutar. Y una muy diferente es lo que hacemos nosotros: llevarlos de acá para allá a lugares en los que ellos solo pueden ser observadores y no partícipes activos. Entonces, se aburren, se pelean, gritan, lloran.
La diferencia entre viajar solos y acompañados es abismal. Lo seguimos eligiendo porque esta es la vida que tenemos y tratamos de resolverla lo mejor posible, pero ellos muchas veces no la pasan bien en estos viajes. Obviamente intentamos darles ratos de esparcimiento y atención, pero la realidad es que son los menos. Por suerte, van entendiendo de a poco cómo son las dinámicas y se adaptan cada vez mejor.
Lo que no se adapta es el mundo. Los adultos tenemos expectativas equivocadas sobre cómo deberían comportarse los niños en cada situación y eso genera problemas. Pretendemos que se queden quietos, callados y observando a su alrededor como si fueran mini adultos. Que no vivan experiencias propias sobre las situaciones a las que los exponemos.
Así, reciben miradas reprobatorias cuando cantan o se mueven o lloran en los aviones, cuando se levantan de la mesa y caminan en un restaurante o cuando corren por pasillos de los hoteles. Miradas, si tenemos suerte. A veces, reciben hasta pequeños llamados de atención de personas desconocidas para ellos.
Los niños son considerados ciudadanos del mundo, casi siempre, en potencia. Futuros ciudadanos. Pero no lo son, realmente. Es decir, por supuesto que son los ciudadanos del futuro y que debemos educarlos para que sean los mejores posibles. Pero tenemos que entender que, para llegar a serlo, deben desarrollar sus potencialidades, sus caracteres, su empatía. Y eso, adivinen qué, se lo tenemos que enseñar los adultos.
Tenemos que empezar a entender que los niños son niños y que así se van a comportar. Y con esto no estoy diciendo no ponerles límites o dejarlos hacer lo que quieran donde quieran, por supuesto que no. Lo que estoy diciendo es que creo que debemos intentar expandir un poco nuestro borde, nuestra tolerancia, y que ellos empiecen a participar del mundo que los rodea con sus propias vivencias y no con las nuestras trasladadas a ellos.
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