“No me banco a mi suegra”: ¿qué pasa cuando se mete de más en nuestras vidas?
Si nuestras parejas tienen madres muy presentes y estas no son de nuestro total agrado, siempre podemos trabajar para mejorar el vínculo y, a través de él, la relación con el resto de la familia. Claves para lidiar con nuestra suegra.
21 de octubre de 2024
Si nuestras parejas tienen madres muy presentes y estas no son de nuestro total agrado, siempre podemos trabajar para mejorar el vínculo: ¿cómo hacerlo? - Créditos: Getty
Sí, sí, es familia. Sí, es la madre de alguien a quien amamos. Sí, es la abuela de nuestros hijos. Y a veces tenemos la buena fortuna de que nos toca una suegra bárbara, que cocina como los dioses, que es amorosa, que es una aliada en nuestra familia, que nos cuida a los chicos siempre que necesitamos y que incluso quizá nos materna más que nuestra propia madre.
Pero ¿qué pasa cuando hay cosas que nos chocan o nos hacen sentir mal? ¿Cómo manejar una situación que, más allá del humor y los chistes, siempre es delicada y puede llegar a generar problemas? Sabemos que no es fácil, reconocemos que es complicado, pero a no desesperar. Si nuestras parejas tienen madres muy presentes y estas no son de nuestro total agrado, siempre podemos trabajar para mejorar el vínculo y, a través de él, la relación con el resto de la familia.
En esta nota vas a encontrar situaciones habituales por las que todas, en algún momento u otro, pasamos o podemos llegar a pasar. Y nunca nos olvidemos de que suegra, a veces gracias a Dios, hay una sola. ¿Te identificás con alguna?
La invasora
Distintos tipos de suegras: una es "la invasora". - Créditos: Macarena Torres
¿Cómo es? Es metida, llega sin avisar. No respeta espacios ni horarios. Aparece en el instante en que empezamos a bañar a los chicos o cuando tienen que estudiar. Trae golosinas y cajitas felices justo antes de cenar.
¿Por qué nos afecta? La sensación de invasión siempre es agobiante, y si es dentro de nuestra propia casa, mucho peor. Encontrarnos participando de momentos que no elegimos, en los que se nos “imponen” formas y personas, genera un ruido interno que siempre repercute en estrés.
La descalificadora
¿Cómo es? Todo lo que hacemos está mal. El ingrediente que usamos para tal receta, el arreglo que hicimos en casa o el pediatra que elegimos para nuestros hijos. Siempre hay un pero porque, claro, ella lo hubiera hecho mejor.
¿Por qué nos afecta? Intentamos agradar a la familia política y a esa persona tan especial para nuestra pareja. Queremos y le ponemos especial atención a que ese vínculo funcione bien. Por eso es tan difícil cuando nos descalifica y nos desvaloriza. Y esto, sabemos, puede ser exasperante y muy agotador.
La manipuladora
¿Cómo es? Maneja a su hijo para conseguir lo que quiere con turnos médicos, dolores o enfermedades. Utiliza la salud y la carencia como objeto de control, lo cual vuelve más difícil enfrentarla o ponerle un límite.
¿Por qué nos afecta? Detrás de la victimización está la verdadera manipulación. Eso nos encierra en un lugar emocional de mucha impotencia. Porque crecimos en una sociedad culposa en la que el débil y el desamparado siempre tienen prioridad, a pesar de que sea evidente cómo nos quiere manejar.
La falsa amorosa
¿Cómo es? Bajo un personaje excesivamente atento, nos agobia avanzando sobre espacios personales y familiares que no le corresponden. Siempre está dispuesta a ayudar, te lo resuelve, toma el mando y se encarga de todo.
¿Por qué nos afecta? A todas, en mayor o menor medida, nos viene bien que nos ayuden, siempre. Pero sentir que aquello que recibimos, sin que nos hayan consultado, está sujeto a una contraprestación posterior o da derechos que nunca otorgamos no es nunca algo cómodo ni saludable para tolerar.
La machista
¿Cómo es? Enamorada y ultradefensora de su hijo, él siempre tiene la razón. Solo por el hecho de ser hombre, va a tener una excusa y estar perdonado. A pesar de que sean cosas evidentes, a pesar de que ella también haya sido esposa.
¿Por qué nos afecta? Si hay algo que nos duele, es sentirnos incomprendidas. Y si viene de parte de otra mujer, peor. Esto sumado a la injusticia de algo evidente o a la impotencia de presenciar una escena en la que el mensaje que queremos darle a nuestra pareja no llega nunca porque ella hace de “escudo protector”.
La controladora
¿Cómo es? Quiere digitarnos la vida. Pretende estar al tanto de todo, interviene si su hijo quiere hacer un cambio laboral u ofrece dinero si queremos mudarnos (con un costo oculto). No asume que su hijo es un adulto independiente.
¿Por qué nos afecta? Que alguien externo pretenda tener control sobre nuestra vida, pareja, hijos o economía incomoda, porque la realidad es que nadie debería tener ese poder. No importa si nos ayuda con plata o tiempo, la generosidad debería ser siempre desinteresada y no implicar ninguna retribución.
S.O.S., suegra: ¿qué hacemos?
Recordar que ella, además de suegra, también es madre y, desde allí, desde la igualdad de género y de tribu, intentar conectar. ¡Y ojo que algún día nosotras lo seremos!
Te dejamos algunos consejos ára lidiar con nuestra suegra:
1
Pedir respeto con respeto: con buenos modos, sin enojos, sin acumular bronca, dejar en claro que la familia que formamos con su hijo es nuestra y que, a pesar de aceptar y estar abiertos a consejos y sugerencias, las cosas se harán de la forma que nosotros elijamos.
2
Que su hijo sea el que pone el límite: muchas veces es más fácil que el mensaje llegue si es su propio hijo el que establece los límites y emprolija la situación. Hacernos a un lado y dejar que se encargue será más efectivo y, de paso, mucho más evolutivo para su propio vínculo familiar.
3
Armar un frente común: establecer pautas y acuerdos comunes en la pareja y comunicarlos de forma clara hacia afuera; por ejemplo, horarios y días de visitas, tipo de alimentación de los chicos o regalos.
4
Encontrar el punto de conexión: no nos pongamos a la defensiva. Abrámonos ante sus consejos, tomemos lo que nos sirve y respondamos al resto con una sonrisa y un sencillo “gracias” dejando en claro que valoramos su experiencia a pesar de que hagamos nuestro propio camino.
5
Desactivar a la víctima: ¿cómo? Yendo siempre a favor y no en contra. Transmitiéndole que la entendemos, que respetamos por lo que está pasando, que nos apena mucho, pero que, esta vez, no podemos cambiar nuestros planes ni ayudarla. ¡Qué lástima!
6
Amigarnos: con ella, con su presencia y con la idea de que va a estar en nuestra vida por muchos años. Quitarle el tan conocido mote de “bruja” y reconocer que tan mal trabajo no debe haber hecho, ya que, en definitiva, crió a ese hombres que hoy amamos.
7
Identificar hasta dónde: si la situación cruza determinados límites y todos los intentos son inútiles, sepamos que siempre podemos dar un paso al costado, tomar distancia en el vínculo y elegir cuándo participar.
Experta consultada: Lic. Asunción Barrancos, Especialista en pareja y familia. IG: lic.mabarrancos@gmail.com.