
¿Las fobias son tan malas?
Ornella Benedetti, coautora de Imperfectos y de Verdades no dichas se pregunta: ¿Las fobias son malas? Su reflexión, en esta nota.
21 de marzo de 2025

Las fobias, ¿pueden ser una oportunidad? - Créditos: Getty
¿Te pasó alguna vez que algo “tan simple” como subir a un ascensor te genere un nudo en el estómago? No estás sola. Es más común de lo que imaginamos, aunque solemos pensar que hay algo “mal” en nosotras. Que ese miedo es irracional, exagerado, o que simplemente no debería estar ahí. ¿Y si las fobias no fueran tan “malas” como creemos?
Las fobias no son solo un “miedo irracional” como se suele pensar, ni algo que haya que eliminar sin más: son señales. Como cualquier síntoma nos avisan que hay algo que no estamos pudiendo procesar del todo, que la angustia todavía no encontró palabras ni la forma de ser tramitada. Y cuando algo no encuentra palabras suele buscar otras formas de salir.
En mi último libro Imperfectos, dediqué todo un capítulo a las fobias: Una paciente que está presente en el libro contaba que, curiosamente, cuando tenía una fobia (que ya había desaparecido) sentía que la pasaba mejor. En sus palabras: “Al menos cuando tenía fobia sabía a qué le temía”.
Ese caso muestra algo importante: a veces, la fobia no es solo un síntoma que “molesta”, sino una especie de refugio. Algo que, por extraño que parezca, da cierta sensación de control. Porque cuando la angustia es intensa y difícil de poner en palabras, la fobia puede mitigar ese malestar, permitiendo que esa angustia tenga un lugar “claro” al que temer.
El problema es que esa “solución” también tiene un costo. Porque, aunque la fobia logre contener parte de la angustia, la vida se va achicando. Evitar un ascensor puede convertirse en evitar cualquier espacio cerrado; evitar un perro puede transformarse en evitar salir a la calle, y lo que empezó como una forma de defensa ante la angustia termina limitando por completo la vida cotidiana.
Las fobias están más presentes en la sociedad actual de lo que imaginamos: hay personas que evitan los ascensores porque sienten que en cualquier momento van a quedarse atrapadas. Otras que no pueden usar un baño público porque temen que la cerradura falle y queden atrapadas. También están quienes no pueden cruzar una plaza si ven a un perro suelto, o quienes se paralizan al momento de hablar en una reunión de trabajo.
¿Por qué aparecen las fobias?
Porque, en el fondo, una fobia no es más que un síntoma de otra cosa. No es solo miedo irracional a un objeto o una situación; es la forma que encuentra la angustia que no pudo ser nombrada para manifestarse. Cuando algo nos desborda, esa angustia puede desplazarse hacia algo más concreto: el ascensor, el encierro, un espacio lleno de gente. Lo que se vuelve aterrador no es tanto el objeto en sí, sino lo que representa: el miedo a perder el control, a no poder escapar o a quedarse sin aire.
Esa es justamente la paradoja de algunas fobias: aunque el miedo esté presente, y resulte irracional, puede dar una extraña y falsa sensación de control. Porque en medio de un episodio de angustia que se siente desbordante, la fobia parece poner un límite claro: “Si evito esto, entonces estoy a salvo”.
El desafío está en comprender qué función está cumpliendo en cada caso, porque no hay dos fobias iguales. El primer paso, en una terapia, suele ser comprender por qué esa fobia está ahí, qué función cumple en la vida de esa persona que la padece: En lugar de intentar tapar lo que nos pasa, a veces el verdadero alivio llega cuando dejamos de huir y nos damos permiso para escuchar esa angustia que tanto insistimos en callar.
Así como las fobias encuentran su forma de aparecer, también pueden encontrar su forma de calmarse cuando dejamos de evitarnos y empezamos, de a poco, a entendernos. Entonces se produce un cambio verdadero: cuando dejamos de luchar contra el síntoma y empezamos a escuchar lo que intenta decirnos.
¿Seguimos pensando?
Por Ornella Benedetti, gentileza para OHLALÁ!

Ornella Benedetti Es licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y psicoanalista, especializada en vínculos, fenómenos psicosomáticos y trastornos de ansiedad.
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